sábado, 9 de mayo de 2009

Bienaventurados los que sufren de T.O.C.!!!!

Hace un tiempo atrás nuestras únicas preocupaciones nacionales pasaban por la falta de monedas; las rencillas entre Bilardo y “el Diego”; la esperanza de que apareciera un nuevo “plan canje de multiprocesadoras”; si Macri se aliaba con De Narvaez, con Solá o con De la Sota; si Alfonsín había logrado con su lamentable fallecimento (y esta referencia no tiene ninguna intención cómica) hacer resurgir a la Unión Cívica Radical de sus cenizas; si Páis iba a estar a la altura de Pergolini; y quien ganaría el superclásico que desde hace años lo único atractivo que tiene es el marketing, las promotoras de Cablevisión y el furor de la rivalidad de las hinchadas (luego lamentaremos sus víctimas pero de mientras publicitamos el “enfrentamiento a matar o morir” de los “eternos rivales”).
Inclusive nos vanagloriamos junto con nuestra presidenta de ser uno de los países a los que la crisis no afectaría y sobre este aspecto, antes de continuar, deseo dejar una nota reflexiva: ¿Es una bendición no tener una economía fuerte a nivel mundial como las de las principales potencias? Tal vez hubiera preferido tener las políticas económicas de los referentes mundiales y pasar las escasas crisis que los afectaron a que tener que leer los fundamentos de las tantas leyes de emergencia económica que dictamos desde hace 30 años para evitar el colapso de la democracia en nuestro país
Como sea. La cuestión es que estábamos saltando en una pata de alegría viendo como los países centrales se arrancan los pelos por el nivel de desocupación, los despidos, el cierre de empresas, los paros, las movilizaciones y demás, cuando un pequeño insecto que molestaba solamente a los brasileros y a algunos “ciudadanos de segunda” de las provincias del norte de nuestro país decidió instalarse en nuestras vidas. Todos le dimos la bienvenida al mosquito del “Dengue” y salimos como desaforados a comprar cualquier clase de repelente que pudiera alejar a ese bicho feo que se cierne en constante amenaza sobre nuestras vidas. “Dicen que de una picadura zafas, pero la segunda es pior que comer sándia con vino y te manda sin escalas al sobre” escuché decir a un viejo amigo mientras se rociaba el cuerpo con un aerosol marca “Kaput” o algo por el estilo. Yo, acoplándome a la masa, salí disparado a la farmacia y logré comprar el último “Off” tamaño familiar junto con un “Aut” y, por las dudas, me llevé un frasco de ese producto para los bebés que tiene “Citronela”. En el supermercado no perdí el tiempo y compre dos cajas de Fuyi, un Raid, un Kaotrina y un Baigón, para asegurarme que alguno funcione y para hacer stock porque seguro que dentro de unos días no quedaba nada.
El tiempo me dio la razón. Así como salimos desesperados a buscar nafta ante cada posible aumento, de igual modo fuimos a buscar todo tipo de remedios para evitar morirnos con esta alimaña venida del infierno.
Inclusive, una señora regordeta y bajita que impresiona más a la versión inflada y juvenil de “Lita de Lasari”, cobró la misma importancia mediática que Nazarena Velez en sus días de gloria y explicó la diferencia entre la “pandemia” y la “epidemia” (what de fuck!?). Luego, la esposa de Capitanich salio gustosa a estrolar el auto de su marido pero se desligó de la resposnsabilidad al grito de “La culpa es del Mosquito” (digna frase representativa de la filosofía “Yo Argentino”).
Ya me había agenciado todos los productos para rociarme antes de salir, me había despedido de los perfumes y del desodorante, y esperanzado aguardaba la aparición del “Off Carolina Herrera” o el “Aut Calvin Klein”, cuando sucedió la siguiente situación en el living de mi casa.
Roberto: Che, ¿escuchaste eso de la fiebre porcina?.
Yo (con cara de “de que mierda me estas hablando”): No
R: ¡No ves que vos vivís adentro de una garrafa vacía!
Yo (manteniendo la misma cara): ¿Qué carajo es eso?
R: ¿No viste que en Méjico prohibieron a la gente saludarse, tocarse, salir a pasear?
Yo: eeeeehhhhhh…no

Me recomendó que empiece a preocuparme y que la cosa era jodida sin joda, valga la redundancia, a lo cual, cuando se fue prendí el noticiero y vi con asombro un montón de gente con barbijo. Algunos de cartón, otros de tela, los más elaborados venían con un sistema como de purificación de aire igualito al que usan los soldados. La imagen fue tremenda. Entonces el periodista comentó que había gente varada que no podía volver, que a una mina la frenaron en Perú, que cerraban los centros turísticos, que el presiente de Méjico pedía que la gente no salga a pasear, que la Organización Mundial de la Salud declaraba el estado de emergencia grado 5, que se hablaba nuevamente de “una pandemia mundial” (nuevamente WHAT THE FUCK!!!!), que se recomendaba lavarse constantemente las manos, que los géles de alcohol eran ideales y un montón de cosas más.
Los días pasaron, el mosquito perdió protagonismo y ahora todo pasaba por el chancho.
Me acuerdo de los chinos y la fiebre de los Pollos, los Ingleses y “la vaca loca” y entonces me pregunto, ¿¿¿¿¡¡¡¡Acaso todos los animales del orto se revelaron y ahora decidieron atacarnos!!!????...¿¿¿¿¡¡¡¡Rebelión en la granja!!!???.
La chupacirios del laburo ya estaba esperando los cuatro jinetes del Apocalipsis, los peses muertos, las siete campanadas de las siete iglesias, la Luna de sangre. Otros pensaban crear una secta y ser los nuevos Manson para morir acompañados de gente que los idolatre. Algunos reflexionaron la posibilidad de renunciar a la rutina y adoptar una vida díscola dedicada a los placeres carnales y a la ilegalidad (“total de algo vamos a morir”).
Como no podía ser menos fui a buscar barbijos y, por supuesto estaban agotados. Al día siguiente me llegó un mail diciendo que la Morgue Judicial no aceptaba los cadáveres de personas de las que se sospechara que pudiera tener la “Fiebre Porcina” ahora también llamada “Influenza A H1N1” (WHAT-THE-FUUUUUCK!!!!!!), entonces recordé un cuadro de las hogueras comunes durante la peste en Europa Medieval y todo, todo, se volvió una especie de pelota a mi alrededor, me maree y me desplomé babeante en el medio de Avenida Corrientes.
Fue entonces, cuando balbuceante, me escuché decir: “Bienaventurados los que sufren de Trastorno Obsesivo Compulsivo pues de ellos será el futuro de la humanidad” y me desvanecí.
Desperté en el hospital con una jeringuita de suero en el brazo, y una fuerte jaqueca pero pude igualmente divisar en el televisor la propaganda de un producto de limpieza en donde unas bacterias de pesadilla intentaban atacar a un tiernecito bebé que era salvado por “el poder desinfectante” de ese líquido celestial que una mujer joven y esbelta pasaba con alegre sonrisa post-orgásmica y volví a desvanecerme.