miércoles, 30 de diciembre de 2009

Siempre hay un roto para un descocido

Entre televisión, empanadas y otros menesteres se suscitó una curiosa conversación con María cuyo prologo fueron las extrañas fuerzas naturales, psicológicas o místicas que producen el encuentro de dos seres que hasta hace un tiempo atrás eran simplemente desconocidos, ajenos, intrascendentes.
La charla si bien puede resultar poco interesante, creo que contiene algunas notas de color que intentaré ir traduciendo…mal que me pese.

Yo: “Y bueh…siempre hay un roto para un descocido”
[nota: Cita de un refrán que ha de tener como 200 años y que demuestra mi pulsión a emplear vocablos y giros expresivos de antaño que me han costado tantas burlas de amigos como rechazos femeninos en el arte de la conquista]
Ella (con vos tierna): “¡Zi!....Voz zoz mi roto y yo tu dezcozida”
Yo (casi interrumpiéndola con gesto de desagrado): “¿Por qué yo tengo que ser el roto?
María (sin perder el aire de ternura y gesticulando): “Y…porque ziempre hay un roto (me señala) para un dezcozido (se indica)”
[nota: Claramente no tan sólo conocía la expresión sino que además había profundizado en su estudio…¡haberla conocido antes merda!]
Yo (insistente): “No entiendo, que tiene que ver. ¿Por qué yo tengo que ser el catalogado como roto?...¿no puedo ser el descocido?”
[nota: Si, si, aciertan en su pensamiento. “¡Que tipo jodido carajo!”, “¡Pero que rompe pelotas!”, “¡Que ganas de insuflar la paciencia!, no podía quedarse con el gesto tierno de ella. Noooooo, claro que no, el tipo tenía que salir a discurrir sobre el tópico de puro contrera nomás”]
Ella: “No…porque el dicho es así...Siempre hay un roto (vuelve a apuntarme) para un descocido (vuelve a señalarse)”.
Yo (apelando a una retórica barata): “¿Entonces de esa manera yo sería tu descosido porque vos serías mi rota?”
Ella: “Claro, porque Siempre hay un roto (me indica) para un descocido (se apunta) y Siempre hay un roto (se señala) para un descocido (me apunta)”
[nota: Lo se es absurdo pero fue así]
Yo (con tono de autoridad): “Ah…entonces yo soy roto y descocido a la vez. Depende quien lo diga”.
[nota: Levantémonos en aplausos, gritemos aleluyas, estallemos en una algarabía incontenible de desatado libertinaje, ¡el tipo es un iluminado!, que capacidad de razonamiento…por Dios que salame]
Ella: “Claro porque siempre hay un roto para un descocido” y reitera el gesto con las manos.
Yo (sonriendo): “Eeehhhh..okeyyyyy”.
Ella (riendo a carcajadas): “¿No querés que te lo vuelva a repetir?”
[nota: Reírse de uno mismo es una virtud de la que muchos carecen, que suerte que podemos explotarla]

jueves, 17 de diciembre de 2009

¡Argentina País Generoso!




Pocos países como Argentina han visto exigida su capacidad imaginativa para encontrar soluciones a los problemas sociales. Si otrora se nos destacara por nuestra pulsión al progreso remarcando el rápido ascenso en el concierto de naciones; si hemos sido tildados del “granero del mundo” cuando el hambre y la devastación azotaban a los países de la vieja Europa; si nuestra solidaridad, hospitalidad y entrega distingue nuestro carácter, hoy encuentro que, como no recuerdo antes, explotamos nuestro inagotable ingenio para brindar nuevas soluciones a novedosos inconvenientes.

Se discute en el mundo los problemas de la superpoblación y la falta de espacio para los seres humanos. Hace tiempo atrás en el gigante de sud-américa, Brasil, se hablaba de la agrupación de “los sin techo”, que en el poderoso país del norte, denominaban “home less”. Pues bien, Argentina y particularmente la Ciudad de Buenos Aires, se han puesto a la vanguardia y brindaron una rápida y efectiva respuesta al reclamo de más espacio, abriendo en pleno centro porteño, a escasas cuadras del obelisco, sobre una de las Avenidas mas importantes y emblemáticas de la identidad porteña, el nuevo “Camping 9 de Julio”.

La idea es brillante. Sin necesidad de arrendar el espacio uno puede plantar su carpita en el medio de la calle y disponerse a disfrutar de la estadía en la principal ciudad del país. Claro que existen ciertas limitaciones, no dispone de baños, ni duchas, ni almacén y convengamos que el piso es un tanto duro, pero la existencia de un sin fin de kioscos, seguridad las 24 horas proveída por la Policía Federal Argentina y la desobediencia de los políticos de ordenes judiciales, pueden suplir dichas deficiencias que, con el correr del tiempo, serán superadas.

Ya puedo ver a los carritos de la costanera abriendo sucursales sobre los boulevares, las duchas públicas a cielo abierto, los baños rodeados por la inmensa geografía edilicia de la ciudad. La plazoleta del obelisco abarrotado de tiendas donde comprar protector solar, sombrillas, esterillas, pelotas inflables, barriletes, yerba mate, biscochitos de grasa. ¡Que lindo espectáculo la gente jugando a la pelota paleta en medio de la mayor avenida del mundo!

Eso si, el único requisito para el ingreso es abrazar alguna causa de protesta social. En el menú actual se ofrece:
1) El reparto desigual de los planes sociales o trabajar a quienes no son agrupaciones piqueteras oficialistas (… “oficialistas”…sin palabras…)
2) El despido de los empleados de la empresa Kraft
3) El reconocimiento sindical independiente de los trabajadores del subte
4) El avance del dengue
5) El problema del chaco impenetrable
6) la designación del rector de la Universidad de Buenos Aires
7) El mal funcionamiento de las estufas en los colegios porteños
8) El aumento de los taxis
9) La muerte de un operario de nacionalidad Boliviana
10) La papelera Botnia
11) La cantidad de baches en la ciudad
12) La ausencia de películas del cine de terror catástrofe
13) La falta de monedas
14) La falta de aumento en el sueldo del personal de LAN
15) Los hongos de los pies
16) Que a mi abuela le cobraron 10 rulero en el almacén y le dieron 9.

En fin, busque una causa y proteste.

Frente a esto y a las innumerables complicaciones para viajar en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, donde todos los días tenemos un corte de calle que dificulta o imposibilita llegar al trabajo para ganar el sustento para uno y su familia, decidí buscar una causa legítima de protesta y pensé lo siguiente, veamos que les parece.

Sabido es que otro de los grandes inconvenientes son los asentamientos precarios, llamados por estas latitudes “Villas miseria” o “Fabelas”, a las que suele identificarse como fuentes del delito, como caldo de cultivo de bandas criminales y centro operacional del narcotráfico. Brasil ha escogido por combatirla mediante los llamados “escuadrones de la muerte” que, como bien indica su nombre, no dejan muñeco en pié. Pero esto no es sólo un problema latinoamericano, recordemos las campañas de “tolerancia cero” llevadas adelante por el alcalde Guiliani (¿se escribía así?) en Nueva York y que significaron grandes atropellos contra los derechos humanos de los ciudadanos de segunda clase (principalmente latinos y negros) que poblaban barrios como el Bronx o Queens.
Aún cuando un viejo gobernador de Buenos Aires y vicepresidente durante la Administración de “Charly The King Primero de Anillaco” intentó aplicar políticas de igual corte represivo, en concreto hemos encontrado una nueva solución. Edificar las villas. ¿Cómo es esto? Sencillo, les damos los materiales para que construyan sus casas o directamente se las construimos.

La idea esta piola y quiero dejar asentado, fuera de joda, que me parece perfecto. Creo que los ingresos al erario público deben fomentar progreso sustentable y posibilidades socio económicas para los habitantes, dando a los que menos tienen lo necesario para que puedan valerse por sí mismos, debiéndose aportar más cuanto mayores recursos se tenga. Pero igual no puedo evitar pensar lo siguiente. Gente como yo, que han gozado de la posibilidad de una educación universitaria pública, que trabaja y que paga los impuestos y servicios en regla, que respeta las señales de tránsito, que no se ha visto obligada o ha optado por actitudes corruptas para lograr beneficios indebidos y que trata de vivir de la manera mas decorosamente posible, ¿no tenemos derecho a un techo también?

La pregunta no carece de fundamento. Si tomamos a la franja poblacional entre los 18 y 35 años con las características mencionadas podremos observar que:
1) Suelen partir del hogar paternal tardíamente ya que el nivel de ingresos no alcanza a costear las deudas que se generaría viviendo solos.
2) Tampoco alcanzan los ingresos para poder acceder a un crédito y de hacerlo, sólo lograrían comprar un inmueble en una zona que no respondería, en principio, a las de origen.
3) A duras penas podrán acceder a un alquiler que les permita algo más que 20 metros cuadrados.
4) No resulta posible pensar siquiera en comprar un vehículo ya que el gasto de la nafta, seguro, patentes y demás importaría directamente la necesidad de dejar la independencia tan caramente lograda. A seguir viajando en transporte público…los días que funciona y previendo la obligada demora.
5) No se les vaya ocurrir tener hijos porque sino se jodieron definitivamente.
6) Aquellos que han tenido la suerte de gozar de un techo propio ha sido por la financiación de los padres que han adquirido una propiedad, o gran parte de ella, y a los que luego los hijos les devolverán los importes en un plan de cuotas sin interés, ni tasa variable, ni sistema de amortización Frances, Alemán o de la nacionalidad que sea.

Se han propuestos planes crediticios pero díganme seriamente si alguien que gana entre los $2000 y $4000 puede en la Argentina actual pagar un crédito y, aún más, tener ahorrado ese 20 o 25 por ciento del valor del inmueble para hacerlo (¿por lo menos diez mil dólares?).

Realmente es difícil y de lograrlo, como hemos dicho deberá migrar del barrio de origen, lo que indudablemente refleja una pauperización de la economía y una tendencia al descenso en las escalas sociales de las nuevas generaciones.

Entonces, ya me he decidido. Voy a protestar, a levantar la bandera de los jóvenes de clase media que trabajan y/o estudian y/o son profesionales por un techo propio. Pero como el choque violento, el enfrentamiento con los pobres policías, el romper las pelotas de los automovilistas no es mi estilo y además si no laburo me rajan y chau, paso a reclamar los ladrillos para mi casa en la villa o un plan “trabajar”, “jefes y jefas de hogar” o como se llame, es que lo voy a hacer por medios informáticos (¡que moderno!). Apelaré a la red social de Facebook y otras para fundar el “PTP” (“Por un Techo Propio”), donde proponer ideas o directamente canalizar la furia por las imposibilidades.

Eso si, guarda…quien te dice, en una de esas me pongo la carpita en plaza Francia e inauguro un nuevo camping cultural, ¡con shows los fines de semana! ¡Que nivel!

lunes, 14 de diciembre de 2009

Fiestas Navideñas

Descubro que diciembre se ha metido imprudentemente en el calendario, casi como patoteando al resto de los meses y reafirmo la certeza de que el tiempo -que no respeta calendarios- avanza a velocidad meteórica y que compraré a último momento los regalos navideños.

Siento un sudor frío por la espalda, un ardor en el pecho, se me duerme el brazo izquierdo, siento que el final se acerca. Me aferro fuertemente a lo que me resta de esperanza y de conciencia. Me quedo paralizado frente al espejo dibujando en mi mente el cuadro repetido de todos los años. Como si atravesara los recuerdos, me visualizo en medio de un millón de personas adentro de un cubículo comercial tratando de encontrar esa “cualquier cosa” que debe ser posible de cambiar por su destinatario. Siento las manos rozándome, las bolsas golpeando en mis rodillas, la respiración de desconocidos en la nuca anhelando aquello que estamos viendo, la sensación asquerosa cuando nos arrebatan el último porta retrato de la góndola, el par de medias abandonadas al fondo del cajón, la cajita de pañuelos, la corbata, la remerita, el collar, el libro!!!....aaaaaahhh!!!!!!!....

Tiemblo, me acurruco en la esquina del baño, estoy desnudo, puedo sentir los pasos de todas esas vendedoras que parecen la versión aggiornada del joven manos de tijera avanzando en mi dirección, doy un pantallazo por el baño, me levanto rápidamente, tómo la maquinita de afeitar, el desodorante, abro la ducha y me meto rápidamente.
De pronto la presión que no me deja respirar va clareando, las piernas no me zumban más, la cola con la junta de los cerámicos marcados va volviendo a ser carne y pelo, el agua corriendo por mi rostro me relaja, me pregunto que hago con el desodorante en la mano, respiro hondo, chasqueo los labios, me rasco la cabeza y caigo en la cuenta de que volveré a pasar por el cadalso.

viernes, 23 de octubre de 2009

D10S

Los argentinos, de la mano de El Diego hemos logrado una sufrida y deslucida clasificación para el próximo Mundial de Futbol que nos asegura:
1) Estar dentro del concierto de naciones más importantes del mundo del balón, donde se jugarán los honores nacionales, se combatirá por los colores patrios y se chiflará el himno ajeno.
2) Conocer los aspectos sobresalientes de lo “hermoso” que es Sudáfrica y su gente
3) Disfrutar de un desfile de “botineras titulares”, “botineras suplentes”, “aspirantes de botineras”, “Botitongas” y otras mujeres que buscan el “amor” de los famosos con el viejo y remanido artilugio de lucir el trasero en sugestivas posturas.
4) No tener que inventar excusas para no ir a laburar, dignificando hasta el infinito la “Cábala” de ver todos los partidos del mundial en casa.
5) Que mi tío pueda re-re-reeditar el chiste de “¿Qué? Acaso nos vamos a quedar afuera del mundial”.
6) Relamernos ante la posibilidad de que Brasil pierda algún partido o que fracturen al insufrible de Kaká o que le desfiguren la cara a Ronaldo.
7) Encontrar una excusa mas para tomar unos birrines con triolet entre amigos.
8) Ver que hasta el almacenero chino es “sponsor oficial de la Pasión Argentina”
9) Emocionarnos con las propagandas de “Quilmes” (aún cuando sea de capitales Brasileros)
10) Verificar que éste es el único momento en donde cantamos el himno a los gritos y sin temor a desafinar.

No puedo en modo alguno negar la pasión futbolera que corre por las venas de este servidor, sin embargo, debo destacar que la clasificación, por sobre todo, nos ha brindado una oportunidad única para evidenciar claramente que el lenguaje es una construcción cultural en constante dinamismo, imposible de estancar en viejos diccionarios.
En efecto, El Diego ha generado todo un lenguaje nuevo, que podríamos denominar "comunicación carnal", realmente interesante.
Ha superado ampliamente a Roberto Galan que era un mojigato que sólo buscaba que la gente se bese y formar parejitas de impresentables.
El Diego ha logrado, por ejemplo, que hasta las mujeres más retraídas puedan decir a viva vos "Chupamela!" o que uno a la mañana abra la puerta de la oficina y pueda exclamar a su jefe "Mamála!". Inclusive los que siempre son “tomados de punto” lograron defenderse apelando a la versión "vos la tenés adentro".
Resulta emocionante encontrar que los niños pueden tempranamente adentrarse a los misterios del sexo oral con tanta naturalidad.
Hasta la actitud de El Diego se enrola en la “democratización” de los medios de comunicación llegando al conjunto de la sociedad con lenguaje popular y llano que todos entienden y alejado de cualquier rédito corporativo.
Hoy nadie se espanta al encontrar remeras con la cara del mejor jugador de todos los tiempos, sobre la leyenda exigiendo una fellatio in ore.
Maravilloso es el aporte a la sabiduría popular con sus frases cargadas de significación. Todos recordamos con cariño la conocida “me cortaron las piernas” o la famosa “la pelota no se mancha” y más de una vez hemos apelado a ellas.
Por eso hoy abrazo con calidez a este nuevo producto de erudición.
De esta manera, El Diego efectúa un aporte invalorable a la evolución del lenguaje como ya lo hicieran Sarmiento pregonando una escritura acorde con la fonética de las palabras y García Márquez bregando por la supresión de la letra “H” en algunas palabras.
Y, si alguien se atreve a discutirlo, yo pregunto ¿Acaso no tiene todo el derecho a hacerlo?
¿Acaso no es D10S?!

viernes, 11 de septiembre de 2009

Mi abuelo

Las canas dibujadas por la experiencia,
El pelo dibujado con lo años,
Un aura celeste en el iris, que todo lo mira,
Que mucho lo ha callado.

La impronta del esfuerzo en sus manos,
El otoño en esas rodillas
donde hemos dormido los cuatro,
que tuvimos la dicha de gozarlo despojado de defectos.

Mi abuelo, con el andar lento, sereno, del que ya ha caminado,
Sus dedos subrayando renglones del saber,
Los cuentos inconclusos por el sueño.

Mi abuelo, el de los chocolatines antes de dormir,
el del futbol de botones, la escoba de quince,
el cafecito del domingo, el tenis del atardecer, la generala y el dominó.
El de los museos, el Italpark, Sarmiento, los fantasmas y los planetas.
El de “Tómese su Whisky y váyase a dormir”.

Mi abuelo, el del saber de los antiguos,
El de las caricias que brindan los que han sufrido.

Mi abuelo, el que soy yo, el que son ustedes,
el que somos un poco todos.

Mi abuelo…todo esto y más….
Mi abuelo…el que lloro antes de que haya partido,
El que no me abandonara.

viernes, 17 de julio de 2009

Cartas que nunca he escrito - II (por Claudio Almer)

A ti:
Comienzo a escribirte sentado en la misma silla desvencijada que hasta ayer te servía de sustento para tus horas de lectura. Su rechinar me recuerda a las tardes húmedas de torta frita y mate, a la ventana empañada, al silbido del viento entre las rendijas de la puerta.

No pretendo aburrirte entre recuerdos, pero me veo obligado a recordarte que has dejado sobre la mesa olvidado un pañuelo y algunos besos que no he podido devolverte.

Lejos esta en mi intención decirte que tengo un sin fin de recuerdos que no me entran en los cajones de la memoria. Ni quisiera que veas en mis palabras la intención de que retomemos el álbum de fotos que quedó trunco ante tu partida.

¡Es más, no pretendo que respondas esta misiva y si te resistes a abrir el sobre cuando veas mi nombre estampado en el remitente mucho mejor!

Sabes lo tanto que detesto a los egoístas que no pueden sorportar la caducidad del amor y se arrastran como babosas infectas de dolor y lágrimas. Aquellos que se conforman con suscitar aunque más no sea pena en el ser amado para tenerlo, para acapararlo, para atesorar esas caricias que son las mismas que recibe un perrito faldero. ¡De ninguna manera!

Y si aún en tu alma abrigas esa fresca curiosidad que tanto perfumaba los ánimos haciéndote ver niña y mujer. Si no puedes resistir la tentación de leer estas líneas como no podías evitar reposar sobre mi pecho en las tantas tardes de primavera que degustamos a la vera del río, espero que prontamente aplastes bajo tus palmas de ceda este papel áspero y sucio, indigno de ti.

No voy a negar que en alguna oportunidad, caminando ocasionalmente frente a tu puerta no estuve tentado de mirar hacia arriba y verificar si la luz de tu habitación permanecía prendida en las madrugadas de la soledad.

Sería un mentiroso si no te dijera que alguna que otra vez tomé presuroso el teléfono en la ansiedad de escucharte.

¡Que me parta un rayo si en este preciso momento no me maldigo por dibujar estas mismísimas letras!.

Pero tengo una misión loable que cumplir, una urgencia que ningún caballero que se precie de serlo puede evadir. ¡Sólo los cobardes imploran piedad y se niegan a resignar el ardor en el pecho que siente quien no es correspondido por su amada! Y todo el amor que nos juramos por siempre y todas las caricias, los besos y la pasión que nos prodigamos serían injustamente premiados, sería tachados como escoria de un tiempo que no habrá de volver, sino dejara a tu delicado andar en libertad.

Es por ello que no abre de pedir disculpas por todos los errores que te llevaron con justicia a alejarte de mí, no te merezco, no alcanzo el grado de nobleza que un hombre debe tener para gozar de la dicha de caminar de tu mano. Aún si volvieras sabe que serás rechazada. No toleraría el verte humillada para disimular tu pureza de alma bajo el ropaje de un mendigo, como el que porta quien escribe estas palabras.

Por eso convencido de la justicia de mi petición y de lo imperioso de mi cometido es que te pido encarecidamente que por favor no vuelvas.
Tuyo

viernes, 3 de julio de 2009

Al Correntear...

Caminaba por Avenida Corrientes entre bufandas y barbijos jugueteando con el pote de gel con alcohol que tenía en el bolsillo, cansado de tanta esterilización, de tanta paranoia y aburrimiento que generó el perder algunas de nuestras costumbres latinas como el abrazo entre amigos, el saludo con un beso, el compartir el mate, el degustar del plato ajeno, el salivar en las esquinas.
Tome una decisión drástica y arriesgada, me metí sin protección alguna en una librería de libros usados y escarbé entre los toqueteados bordes de aquellos viejos amantes que buscan ser acariciados una vez más, que ansían entregar sus letras a nuevos ojos, que pretenden el refugio de los bolsos y el sueño en las mesas de luz. Los libros viejos siempre me generaron la misma sensación de ternura y pena que un jubilado abrazado a una foto color sepia de la difunta compañera de un tiempo que ya es la historia que repetirá en la cola del banco.
Mis narices se colmaron del polvo de las letras, llené el ambiente de un aroma a leños húmedos, no dejé estante sin ver, novela, historia, filosofía, política, poesía, diccionarios enciclopédicos, fotografía, infantiles, religión.
Bailaba extasiado en una nube de polución que llenaba mis pulmones, me picaba en la garganta, me hacía lagrimear los ojos. Las personas me observaban espantadas, se corrían, se agolpaban en una esquina, se miraban entre ellos y, con cara de asco, se volvían a separar, muchos escaparon por la puerta, otros evitaron entrar, los ojos del cajero se salían de sus órbitras. Yo danzaba regocijado de saberme lleno de mugre, polvoriento y sucio, sucio y exhausto, sucio y libre, sucio y feliz, sucio como la copula del reencuentro.
Entre pirueta y pirueta me llamó la atención un pequeño folletín que colgaba en la esquina de una mesa sobre la que había infinidad de revistas “Gente”, “El Grafico”, “HumorSex”, “Hola!” y hasta una “Adan” , que estuve tentado de llevarme.
Tome aquel conjunto de hojas amarillas lleno de manchones de humedad, con un diseño de tapa austero y lo abrí irrespetuosamente en cualquier página.
Bajo la fina capa del tiempo pude leer un escrito que parece haber nacido para ser abandonado, una declaración que impresiona vacía o un acto de valor disfrazado de vergüenza. Su autor, un ignoto Claudio Almer del que nada dice Wikipedia.
Por dos pesos me llevé el pedazo de papel y lo releí arriba del colectivo. Algo me intrigaba, me desesperaba, hoy puedo decírselos. Ese dos en números romanos estampado en el título. Si las obligaciones y las ganas me lo permiten, la próxima vez dejaré aquí plasmado mi hallazgo y otros de la misma seguidilla que fui desenterrando con sed aún insatisfecha.

domingo, 28 de junio de 2009

La Flauta de Bartolo

Ayer, en una nota al píe de un libro que pispeaba sobre una librería de la Avenida de Mayo, encontré la letra completa de aquella la canción picaresca que de chico repetía en los viajes al campamento en el La Salle.

“Bartolo quería casarse
por gozar de mil placeres
y entre quinientas mujeres,
ninguna buena encontró,
pues siendo tan exigente
no halló ninguna a su gusto
y por evitar disgustos
solterito se quedó

Bartolo tenía una flauta
Con un agujerito sólo
Y su madre la decía:
Tocá la flauta, Bartolo”


Además agregaba: Letrilla popular anónima (c. 180), cuya música fue anotada y publicada por Francisco Hargreaves en 1900.
Se dice que Bartolo existió: era un negro liberado, que ofrecía golosinas por las calles y se anunciaba con un toque de flauta.

Reductos

Los divorcios y las mudanzas obligan a perturbar la paz reinante en los templos del recuerdo. Casi por capricho los cofres hogareños donde atesoramos reliquias inservibles y objetos que creíamos perdidos para siempre son abiertos, y las partículas del tiempo olvidado se representan como polvo de ayeres.
Siempre sentí fascinación por esos reductos de la personalidad, tanto como repulsión a ordenarlos. Ayer encontré: un viejo llavero que aún mantiene apresada la llave del candado de la bicicleta que no uso hace dos años; el encendedor que compre no recuerdo donde y que por carecer de bencina fue dejad a su suerte; el destornillador para los tornillos de la patillas de los anteojos; la batería del celular que usa mi ahijada como juguete, dos pilas recargables de Luis que le saqué a la cámara de fotos el día anterior a irme de vacaciones; una tapa de desodorante; el calzador del “neceser” de Aerolíneas Argentinas; un pucho ermitaño; profilácticos; dos tornillos y algunas cosas más.
Al tomar éstas alhajas entre mis dedos siento la satisfacción y vergüenza de quien invade un sarcófago que permaneció oculto donde sólo los dioses pudieran encontrarlo.
Todos tenemos estos pequeños depósitos en nuestras casas. Los cajones de la mesa de luz, el último cajón de la cocina, la sopera del centro de mesa, el cajón de las medias, alguna caramelera que era de la abuela, la licuadora descompuesta, el mortero, la fondue de bronce, el cajón del aparador del living, la caja de herramientas. En fin, una multiplicidad de escondites para lo inútil que alguna vez necesitamos.
Mi caso es más severo. Guardo recuerdos...bah!, objetos que representan recuerdos sin parámetro de clasificación y sin discriminar su importancia. En síntesis, guardo todo. Boletos de colectivo que alguna vez tomé para ir a lo de alguna novia cuyo nombre a duras penas recuerdo; entradas a todos los shows que asistí; un clavo del cubre césped de Velez Sarsfield cuando vino Bon Jovi a la Argentina, papeles donde amigos escribieron frases entre copa; cucharitas de tragos (tengo alguna de Dr. Jeckyl, Parada Cero, La City por ahí), corchos tapitas, cospeles de Entel, etiquetas de las que vienen enganchadas a la ropa, frascos, controles remoto, leones, sombras y fantasmas.La lista interminable. La reflexión es obligatoria: ¿Para qué guardamos todo esto? Reconozcámoslo, la mayoría de estas cosas las vamos a terminar tirando cuando el sentimiento, la imagen, el aroma que nos representan se haya esfumado y pierdan significado por la acción implacable del olvido.

sábado, 9 de mayo de 2009

Bienaventurados los que sufren de T.O.C.!!!!

Hace un tiempo atrás nuestras únicas preocupaciones nacionales pasaban por la falta de monedas; las rencillas entre Bilardo y “el Diego”; la esperanza de que apareciera un nuevo “plan canje de multiprocesadoras”; si Macri se aliaba con De Narvaez, con Solá o con De la Sota; si Alfonsín había logrado con su lamentable fallecimento (y esta referencia no tiene ninguna intención cómica) hacer resurgir a la Unión Cívica Radical de sus cenizas; si Páis iba a estar a la altura de Pergolini; y quien ganaría el superclásico que desde hace años lo único atractivo que tiene es el marketing, las promotoras de Cablevisión y el furor de la rivalidad de las hinchadas (luego lamentaremos sus víctimas pero de mientras publicitamos el “enfrentamiento a matar o morir” de los “eternos rivales”).
Inclusive nos vanagloriamos junto con nuestra presidenta de ser uno de los países a los que la crisis no afectaría y sobre este aspecto, antes de continuar, deseo dejar una nota reflexiva: ¿Es una bendición no tener una economía fuerte a nivel mundial como las de las principales potencias? Tal vez hubiera preferido tener las políticas económicas de los referentes mundiales y pasar las escasas crisis que los afectaron a que tener que leer los fundamentos de las tantas leyes de emergencia económica que dictamos desde hace 30 años para evitar el colapso de la democracia en nuestro país
Como sea. La cuestión es que estábamos saltando en una pata de alegría viendo como los países centrales se arrancan los pelos por el nivel de desocupación, los despidos, el cierre de empresas, los paros, las movilizaciones y demás, cuando un pequeño insecto que molestaba solamente a los brasileros y a algunos “ciudadanos de segunda” de las provincias del norte de nuestro país decidió instalarse en nuestras vidas. Todos le dimos la bienvenida al mosquito del “Dengue” y salimos como desaforados a comprar cualquier clase de repelente que pudiera alejar a ese bicho feo que se cierne en constante amenaza sobre nuestras vidas. “Dicen que de una picadura zafas, pero la segunda es pior que comer sándia con vino y te manda sin escalas al sobre” escuché decir a un viejo amigo mientras se rociaba el cuerpo con un aerosol marca “Kaput” o algo por el estilo. Yo, acoplándome a la masa, salí disparado a la farmacia y logré comprar el último “Off” tamaño familiar junto con un “Aut” y, por las dudas, me llevé un frasco de ese producto para los bebés que tiene “Citronela”. En el supermercado no perdí el tiempo y compre dos cajas de Fuyi, un Raid, un Kaotrina y un Baigón, para asegurarme que alguno funcione y para hacer stock porque seguro que dentro de unos días no quedaba nada.
El tiempo me dio la razón. Así como salimos desesperados a buscar nafta ante cada posible aumento, de igual modo fuimos a buscar todo tipo de remedios para evitar morirnos con esta alimaña venida del infierno.
Inclusive, una señora regordeta y bajita que impresiona más a la versión inflada y juvenil de “Lita de Lasari”, cobró la misma importancia mediática que Nazarena Velez en sus días de gloria y explicó la diferencia entre la “pandemia” y la “epidemia” (what de fuck!?). Luego, la esposa de Capitanich salio gustosa a estrolar el auto de su marido pero se desligó de la resposnsabilidad al grito de “La culpa es del Mosquito” (digna frase representativa de la filosofía “Yo Argentino”).
Ya me había agenciado todos los productos para rociarme antes de salir, me había despedido de los perfumes y del desodorante, y esperanzado aguardaba la aparición del “Off Carolina Herrera” o el “Aut Calvin Klein”, cuando sucedió la siguiente situación en el living de mi casa.
Roberto: Che, ¿escuchaste eso de la fiebre porcina?.
Yo (con cara de “de que mierda me estas hablando”): No
R: ¡No ves que vos vivís adentro de una garrafa vacía!
Yo (manteniendo la misma cara): ¿Qué carajo es eso?
R: ¿No viste que en Méjico prohibieron a la gente saludarse, tocarse, salir a pasear?
Yo: eeeeehhhhhh…no

Me recomendó que empiece a preocuparme y que la cosa era jodida sin joda, valga la redundancia, a lo cual, cuando se fue prendí el noticiero y vi con asombro un montón de gente con barbijo. Algunos de cartón, otros de tela, los más elaborados venían con un sistema como de purificación de aire igualito al que usan los soldados. La imagen fue tremenda. Entonces el periodista comentó que había gente varada que no podía volver, que a una mina la frenaron en Perú, que cerraban los centros turísticos, que el presiente de Méjico pedía que la gente no salga a pasear, que la Organización Mundial de la Salud declaraba el estado de emergencia grado 5, que se hablaba nuevamente de “una pandemia mundial” (nuevamente WHAT THE FUCK!!!!), que se recomendaba lavarse constantemente las manos, que los géles de alcohol eran ideales y un montón de cosas más.
Los días pasaron, el mosquito perdió protagonismo y ahora todo pasaba por el chancho.
Me acuerdo de los chinos y la fiebre de los Pollos, los Ingleses y “la vaca loca” y entonces me pregunto, ¿¿¿¿¡¡¡¡Acaso todos los animales del orto se revelaron y ahora decidieron atacarnos!!!????...¿¿¿¿¡¡¡¡Rebelión en la granja!!!???.
La chupacirios del laburo ya estaba esperando los cuatro jinetes del Apocalipsis, los peses muertos, las siete campanadas de las siete iglesias, la Luna de sangre. Otros pensaban crear una secta y ser los nuevos Manson para morir acompañados de gente que los idolatre. Algunos reflexionaron la posibilidad de renunciar a la rutina y adoptar una vida díscola dedicada a los placeres carnales y a la ilegalidad (“total de algo vamos a morir”).
Como no podía ser menos fui a buscar barbijos y, por supuesto estaban agotados. Al día siguiente me llegó un mail diciendo que la Morgue Judicial no aceptaba los cadáveres de personas de las que se sospechara que pudiera tener la “Fiebre Porcina” ahora también llamada “Influenza A H1N1” (WHAT-THE-FUUUUUCK!!!!!!), entonces recordé un cuadro de las hogueras comunes durante la peste en Europa Medieval y todo, todo, se volvió una especie de pelota a mi alrededor, me maree y me desplomé babeante en el medio de Avenida Corrientes.
Fue entonces, cuando balbuceante, me escuché decir: “Bienaventurados los que sufren de Trastorno Obsesivo Compulsivo pues de ellos será el futuro de la humanidad” y me desvanecí.
Desperté en el hospital con una jeringuita de suero en el brazo, y una fuerte jaqueca pero pude igualmente divisar en el televisor la propaganda de un producto de limpieza en donde unas bacterias de pesadilla intentaban atacar a un tiernecito bebé que era salvado por “el poder desinfectante” de ese líquido celestial que una mujer joven y esbelta pasaba con alegre sonrisa post-orgásmica y volví a desvanecerme.

miércoles, 4 de febrero de 2009

No me digan que no avisé

Me encontraba en pleno receso vacacional pensando en las cosas trágicas de la vida, como levantarse a las 3 de la mañana con unas irrefrenables ganas de mear e impactar el dedo meñique del pié contra el borde de la cama. Complicación que genera un gran dolor, que no podremos curar gritando abiertamente para no despertar al resto de la familia que duerme plácidamente, junto a una renguera momentánea que retrasara la posibilidad de vaciar la vejiga, aumentando el riesgo de orinar el piso de la habitación. De pronto un pensamiento atravesó mi frente y se instaló casi como una hipótesis científica o una sentencia judicial: ¿Acaso tenía alguna chance de ser normal?
Entonces rápidamente repasé en mi memoria que, aunque perezosa y corta, alguito nomás retiene.
Veamos.
Soy hijo de un abogado y una psicóloga, lo que no requiere mayores explicaciones.
Como si esto fuera poco, nací en plena dictadura militar, crecí escuchando a Donald cantar "El auto de papá", a María Elena Walsh diciéndome que el mundo estaba al revés y que Monoliso salvaba a la naranja que antes pretendía devorarse. Ví a las trillisas de oro gaznando en el Club de Disney, a Margarito Terere bailando en la Ciudad de los Niños, a los Pitufos viviendo con una sola mujer que no podían tocar, y a He Man volviendo a ser el Principe Adams (verdadera personalidad de este supermachote de sabios consejos). En definitiva, soy heterosexual casi de pedo.
Para peor tuve que vivir bajo el signo del Peso Argentino, lo que me obligó, a tierna edad, a llevar en los bolsillo las pesadas monedas de 100. Estos metales servían tanto para comprar un par de chupetines, unos caramelos de la selva y dos naranjú (brebaje que me sabía delicioso y que ahora solo me podría generar una acidez que ni Nalbandian disfrazado de gladiador romano podría quitarme por un lustro) como para romper el cráneo de algún compañero molesto que intentara apretarme los apetecibles cachetes que por entonces portaba.
El valor de esta arma homicida se depreció, para mí, pronto, y los vaivenes económicos ayudaron a que el kiosquero pudiera explicarme, práctica y crudamente, que era la inflación: con la misma monedita que ayer compraba todo lo que dije, ahora sólo accedía a dos palitos de la selva...el Naranjú era pasado.
Al poco tiempo, ya durante el gobierno de Alfonsín (muy contento cantaba "siga el baile siga el baile al compas del tamborín que a Perón lo colgaremos de la plaza San Martín...viva Alfonsin, viva Alfonsín", lógicamente sin entender un pomo porque mierda lo hacía) escuché anuncios de toques de queda en la radio AM de mis abuelos mientras miraba Benny Hill (programa que era considerado procaz, casi pornográfico, y que ahora, al lado del baile en el caño que publicitan hasta por el Disney Channel, es un sermón dominical) y cambié las emisiones infantiles por las imágenes de los saqueos masivos, que me causaban la misma impresión que las películas de cowboys que pasaban los sábados a la tarde por la tele (puede que por "canal 9 libertad" y su maldita palomita blanca) donde una horda de salvajes, sucios y malignos indios atacaban sin razón ni misericordia alguna a los blancos, limpios y nobles vaqueros.
Estuve obligado a entender por que mágica razón había que sacarles tantos ceros a la moneda y que un billete de 1000 pesos con la imagen del Libertador General de San Martín valía lo mismo que uno de 1 Austral con la cara de no sé quien corno, que me daba mi abuelo todos los fines de semana junto con una barrita de chocolate Milka. Igualmente me vi reconfortado cuando al poco tiempo decidió que me estaba dando poco y mi semanalidad paso a 10 australes....Iupi!!!.
Pero las alegrías no terminaron allí. Tuve la dicha de ver a Argentina campeón de la copa mundial de fútbol y todavía tengo una figura del gauchito y las monedas conmemorativas de este acontecimiento que nos puso a la vanguardia el balonpié mundial. La verdad que no recuerdo mucho los festejos, ha de ser porque mi padre estaba más ocupado en como se estrolaría con su Chevy que en ver fútbol. Igualmente esta pasión se la debo más a la cultura futbolístca de nuestro país que a la imagen masculina de mi padre, ya que de este deporte sabe poco y nada, a duras pena vio alguna que otra vez Fútbol de Primera y, para colmo de males, es hincha de Platense.
Igual, guarda!!, que luego vino la hazaña de Méjico 86, de lo que algo recuerdo y la final de Italia 90 a la que llegamos por la suerte de la tómbola de los penales y las manos del Goyco. Mi madre aprovechó la tensa circunstancia y mi desatención para hacerme deglutir cantidades industriales de ensalada de lechuga y tomate directamente del Tuperware. Allí aprendí lo importante de ser "Campeones Morales" (What the fuck?!).
Pero prosigamos. Luego de varias idas y vueltas y de disfrutar de extensas vacaciones en la ciudad de Punta del Este cuando no estaban ni las chicas de Pancho Dotto, ni "Ritmo de la Noche", ni la Barra tenia dos puentes, ni existía ese adefesio inmundo del Conrad y José Ignacio era un lugar perdido en la desolación de la nada, engrosé la lista de "hijos de padres separados". Hoy debo sincerarme y agradecerle al cielo que mis padres se hayan divorciado, tal vez mi demencia hubiera sido francamente indisimulable y actualmente estaría internado junto con Charly García en la chacra de palito haciendo terapia de grupo al son de "yo tengo fe que todo va a cambiar...".
Pese a que fui cambiado de colegio y, en consecuencia, no pude seguir aprendiendo economía política en el kiosco, fui bendecido por el primer gobierno menemista cuando estaba en la edad de la adolescencia. Volvimos a sacar no sé cuantos ceros y volvimos a tener una moneda que se llamaba pesos. Esta nueva economía por decreto me permitió disfrutar de las bondades que implicaba poder saborear gaseosas extranjeras (Coca Cola de uva, Mirinda de mandarina, etcétera) y darme el lujo de comprarme cigarrillos importados (John Player Special, 505, Marlboro mentolados light y otros largos 120’s que venían en dos colores y que siempre se apagaban a la mitad...ah!..More). Igualmente mi inicio en el tabaquismo tuvo menos glamour y se debió a las pitadas que le dí a un "Derby Suaves" que le afané a mi vieja y que prendí un 25 de mayo en la terraza de mi amigo Pety.
Menem también me dio la posibilidad de ahorrar en dólares (ya no me acuerdo mucho como eran los billetes de cien que antes, todos los meses, metía en una bolsita al fondo del placard ya que siempre fui desconfiado de los bancos...aspecto que generó muchas críticas en mi familia, pero el tiempo me terminó dando la razón), de viajar por el país, de comprarme una colección de compacts piratas originales (¡Oooooh!) de John Lennon y hasta de rechazar un viaje a New York...Sí, "Menem lo hizo".
Pero bueno, la adolescencia termina y cuando llega la edad de la madurez, cuando uno decide sentar cabeza, tomar el toro por las astas, volar del nido, adquirir libertad, conseguirse una china, comprarse el rancho y las cuatro ruedas...se fue todo a la mismísima mierda.
En un año tuvimos ya no se cuantos presidentes, lo que el día de mañana va a generar varios bochasos en Historia Argentina y si bien no renunciamos al peso, aprendimos a manejar monedas paralelas (Patacones, Lecops, Federales, etcétera) a lo que se adicionaron los papelitos de los clubes del Trueque ¡y todo fue una algarabía de colores en la billetera!.
Entendimos porque los autos usados subían de precio, entendimos que accederíamos a cuatro paredes y a un techo alquilando (¿Alguien logró comprar algo más o menos igual a lo que alquilaba con esos créditos para la vivienda del cien por ciento que con tanta bambolla fuero publicitados desde el gobierno?) y que la china no se ocuparía de nosotros ya que tendría que laburar como burra para poder ayudar a sustentar la economía del hogar.
Igualmente me quejo de lleno ya que en "Argentina, un país en serio" las cosas caminan, puede que este todo un poco más caro, aunque lo niegue el Indec y la mayoría de los Argentinos compremos en un lugar distinto a donde lo hacía uno de nuestros Jefes de Gabinete, pero no me torturo el cerebro para comprenderlo, el kioskero me dio las instrucciones básicas que me permitirán sobrevivir al "Efecto Tequila", al "Efecto Mate", al "Efecto Sushi", al "Efecto Jazz" o a lo que se venga.
En síntesis, aún sin ahondar en detalles personales, que evitaré mencionar para darle el gusto a mi madre que sostiene la existencia de una agencia internacional que se dedica a recopilar información de personas intrascendentes como yo en un fichero mundial que luego será utilizado vaya uno a saber para qué, vuelvo sobre la hipótesis inicial....Siendo hijo de la dictadura, adolescente menemista y adulto en tiempos de las perores crisis económicas de la historia, ¿Acaso tenía alguna chance de ser normal?...lo dudo. Eso sí, no me digan que no avisé.

jueves, 8 de enero de 2009

Felices Fiestas con Nydia!!

En estas fiestas, cumplí rigurosamente todos los rituales, que abarcan:
1) Salir a comprar los regalos el mismo 24 para tener que soportar horas de cola y olvidarme de la siesta que había programado.
2) Luchar por tratar de ser el primero de la familia que se bañe cuando sé que se repetirá la constante de todos los años y sólo podré gozar de una ducha de cinco minutos con agua fría.
3) Esperar ya vestido en el auto a que mi mamá acomode el palo para el rollo de cocina que quedó fuera de lugar, vea donde metió el celular y prenda las lamparitas del árbol de navidad, mientras Roberto protesta por la demora.
4) Llegar a lo de mi tía 20 minutos tarde y tener a todos esperando nuestro arribo para poder comenzar la ceremonia del brindis que habilitará el ataque masivo a la mesa donde esta la comida.
5) El griterío que se genera para asegurarse que todos los vasos estén llenos con algo para brindar y tratar de convencer, inútilmente, a mi abuela que no puede brindarse con agua, lo que motiva el ya remanido chiste de mi tío (“No importa, acaso nos vamos a quedar afuera del mundial en la primera ronda??!!...cuack!)
6) Comer como un mamut hasta el punto de reventar y atorarse la garganta con vitel thone (plato que sólo se hace para las fiestas vaya uno a saber por qué), pavo, lechón, arroyado de roquefort y nueces, ensalada Waldorf, ensalada de fruta, confites de chocolate, pasas de uva bañadas con chocolate, turrón (blando, semiblando, duro y el que te parte los dientes) y, por supuesto, pan dulce.
7) Chupar como un borracho certificado y olvidarse de los estrictos controles de alcoholemia, el sistema de puntaje para los conductores, que la silla donde estabamos sentados la había movido Paula hacía cinco minutos, que ya habíamos propuesto nueve brindis por las fiestas, que no tenemos ni talento ni afinación suficiente para cantar siquiera el “Payaso Plin Plin” o que la tía “Queca” no esta en edad para bailar Reggetón.
8) Terminar de brindar con la familia e intentar comunicarse con todos los amigos al mismo tiempo que otras 35 millones de personas y protestar porque el servicio de celulares funciona cada vez peor.
9) Arreglar una salida a “una fiesta de la Rubia” a la cual llegamos cerca de las 3.20 de la matina y de allí salir disparados para otra “que dicen que esta a full” pero que, misteriosamente, se calmó cuando uno arriba. De allí salir para la casa de Pablo donde se juntaban los pibes a brindar antes de enfilar para el boliche pero nunca partir y finalmente ver el amanecer tomando un “Ananá Fizz” solo en la plaza del barrio.
10) Levantarse con una resaca importante que deberemos disimular al mediodía cuando almorzaremos las sobras del día anterior.
11) Finalmente y en el mejor de los casos bajarse medio frasco de Hepatalgina.


Sin embargo, este año nuevo tuve la suerte de viajar al campo.
El campo es un lugar donde se respira tranquilidad, donde uno siente que pudiera acariciar las estrellas, donde se saborea el aroma del pasto de la mañana sacudiéndose el rocío, el de la tarde que sabe a mate amargo y el de la noche que recibe aliviado un baño de luna.
En el campo las horas pasan desapercibidas, el tiempo se diluye, la vida gira en torno al tiempo que imponen las estaciones y no los soberbios calendarios. El paisaje es amplio, los pulmones se colman de aire, la quietud es casi agotadora y el silencio sólo puede verse interrumpido por el trino de los pájaros que buscan pareja, alguna vaca lejana que mugen o el chillido de los téros siempre nerviosos, siempre alcahuetes.
Viajé con mi familia...y la tía Nydia, para los allegados, “la tía muda”. Esta mujer, cuya edad no pienso delatar pero que ya a asistido a la unión en pareja de varios de sus nietos, tiene el extraño talento de hablar casi sin respirar a un ritmo vertiginoso que imposibilita a los restantes asistentes a su disertación meter “un aviso publicitario”. Su dón esta tan finamente cultivado que, contrariamente a lo que uno pudiera suponer, no repite ninguna anécdota. Teje con maestría el tapiz de su monólogo en forma tal que puede comenzar hablando de los mosquitos para terminar haciendo alguna referencia al segundo plan quinquenal de Perón y de allí, casi sin escalas, al tuco que tanto le celebra uno de sus hijos. Tiene una vitalidad juvenil en su arrugado rostro que hasta disfruta de afirmar que “esto de llegar a viejo es una porquería” mientras se clava dos pedazos de salamines, reclama que le sirvan un poco más de cerveza, organiza su próximo viaje a Grecia y me recuerda que le grave las fotos en un “compact disc”.
La tía muda hace honor a su mote y no ahorró en criticas al carnicero que le deshuesó el pollo que rellenó con un menjunje de jamón, queso y ananá para ser devorado escasas horas después, como tampoco se cansó de alabar lo dichosa que era la gente que vivía en estos parajes del mundo al no tener necesidad de cerrar con llave la puerta de entrada de sus casas.
En resumidas cuentas ha sido un fin de año de lo más conversado (si es que se el término se pudiera aplicar) y así siguió al día siguiente cuando a eso de las 10 de la mañana me despertó con la infinidad de ruidos que hacía intentando calentar un café en el microondas. Terminé ayudándola cuando, sin solución de continuidad me dijo “Buenos días. ¿Hay nene no me ayudarías con esto que no sé dónde esta el botón para calentar? ¿Te desperté? Hace tanto tiempo que no dormía tanto, porque yo en Buenos Aires a eso de las seis ya estoy tomándome unos mates que me hacen bien para ir de cuerpo y........”.
Pese a todo, reconozco que debo sinceramente agradecerle a Nydia su predisposición, su jovialidad, su buen humor y su actitud dicharachera que alegró este comienzo de año, poniéndole una pincelada distinta y una imagen que quedó grabada en la lente de mi cámara pero que, por expreso pedido de ella, no publicaré en este blog: La ducha que se dio al borde de la pileta con agua fría y gorra de baño incluida. Eso sí, aclaró que las “partes intimas se las higieniza en el bidet”.