miércoles, 30 de diciembre de 2009

Siempre hay un roto para un descocido

Entre televisión, empanadas y otros menesteres se suscitó una curiosa conversación con María cuyo prologo fueron las extrañas fuerzas naturales, psicológicas o místicas que producen el encuentro de dos seres que hasta hace un tiempo atrás eran simplemente desconocidos, ajenos, intrascendentes.
La charla si bien puede resultar poco interesante, creo que contiene algunas notas de color que intentaré ir traduciendo…mal que me pese.

Yo: “Y bueh…siempre hay un roto para un descocido”
[nota: Cita de un refrán que ha de tener como 200 años y que demuestra mi pulsión a emplear vocablos y giros expresivos de antaño que me han costado tantas burlas de amigos como rechazos femeninos en el arte de la conquista]
Ella (con vos tierna): “¡Zi!....Voz zoz mi roto y yo tu dezcozida”
Yo (casi interrumpiéndola con gesto de desagrado): “¿Por qué yo tengo que ser el roto?
María (sin perder el aire de ternura y gesticulando): “Y…porque ziempre hay un roto (me señala) para un dezcozido (se indica)”
[nota: Claramente no tan sólo conocía la expresión sino que además había profundizado en su estudio…¡haberla conocido antes merda!]
Yo (insistente): “No entiendo, que tiene que ver. ¿Por qué yo tengo que ser el catalogado como roto?...¿no puedo ser el descocido?”
[nota: Si, si, aciertan en su pensamiento. “¡Que tipo jodido carajo!”, “¡Pero que rompe pelotas!”, “¡Que ganas de insuflar la paciencia!, no podía quedarse con el gesto tierno de ella. Noooooo, claro que no, el tipo tenía que salir a discurrir sobre el tópico de puro contrera nomás”]
Ella: “No…porque el dicho es así...Siempre hay un roto (vuelve a apuntarme) para un descocido (vuelve a señalarse)”.
Yo (apelando a una retórica barata): “¿Entonces de esa manera yo sería tu descosido porque vos serías mi rota?”
Ella: “Claro, porque Siempre hay un roto (me indica) para un descocido (se apunta) y Siempre hay un roto (se señala) para un descocido (me apunta)”
[nota: Lo se es absurdo pero fue así]
Yo (con tono de autoridad): “Ah…entonces yo soy roto y descocido a la vez. Depende quien lo diga”.
[nota: Levantémonos en aplausos, gritemos aleluyas, estallemos en una algarabía incontenible de desatado libertinaje, ¡el tipo es un iluminado!, que capacidad de razonamiento…por Dios que salame]
Ella: “Claro porque siempre hay un roto para un descocido” y reitera el gesto con las manos.
Yo (sonriendo): “Eeehhhh..okeyyyyy”.
Ella (riendo a carcajadas): “¿No querés que te lo vuelva a repetir?”
[nota: Reírse de uno mismo es una virtud de la que muchos carecen, que suerte que podemos explotarla]

jueves, 17 de diciembre de 2009

¡Argentina País Generoso!




Pocos países como Argentina han visto exigida su capacidad imaginativa para encontrar soluciones a los problemas sociales. Si otrora se nos destacara por nuestra pulsión al progreso remarcando el rápido ascenso en el concierto de naciones; si hemos sido tildados del “granero del mundo” cuando el hambre y la devastación azotaban a los países de la vieja Europa; si nuestra solidaridad, hospitalidad y entrega distingue nuestro carácter, hoy encuentro que, como no recuerdo antes, explotamos nuestro inagotable ingenio para brindar nuevas soluciones a novedosos inconvenientes.

Se discute en el mundo los problemas de la superpoblación y la falta de espacio para los seres humanos. Hace tiempo atrás en el gigante de sud-américa, Brasil, se hablaba de la agrupación de “los sin techo”, que en el poderoso país del norte, denominaban “home less”. Pues bien, Argentina y particularmente la Ciudad de Buenos Aires, se han puesto a la vanguardia y brindaron una rápida y efectiva respuesta al reclamo de más espacio, abriendo en pleno centro porteño, a escasas cuadras del obelisco, sobre una de las Avenidas mas importantes y emblemáticas de la identidad porteña, el nuevo “Camping 9 de Julio”.

La idea es brillante. Sin necesidad de arrendar el espacio uno puede plantar su carpita en el medio de la calle y disponerse a disfrutar de la estadía en la principal ciudad del país. Claro que existen ciertas limitaciones, no dispone de baños, ni duchas, ni almacén y convengamos que el piso es un tanto duro, pero la existencia de un sin fin de kioscos, seguridad las 24 horas proveída por la Policía Federal Argentina y la desobediencia de los políticos de ordenes judiciales, pueden suplir dichas deficiencias que, con el correr del tiempo, serán superadas.

Ya puedo ver a los carritos de la costanera abriendo sucursales sobre los boulevares, las duchas públicas a cielo abierto, los baños rodeados por la inmensa geografía edilicia de la ciudad. La plazoleta del obelisco abarrotado de tiendas donde comprar protector solar, sombrillas, esterillas, pelotas inflables, barriletes, yerba mate, biscochitos de grasa. ¡Que lindo espectáculo la gente jugando a la pelota paleta en medio de la mayor avenida del mundo!

Eso si, el único requisito para el ingreso es abrazar alguna causa de protesta social. En el menú actual se ofrece:
1) El reparto desigual de los planes sociales o trabajar a quienes no son agrupaciones piqueteras oficialistas (… “oficialistas”…sin palabras…)
2) El despido de los empleados de la empresa Kraft
3) El reconocimiento sindical independiente de los trabajadores del subte
4) El avance del dengue
5) El problema del chaco impenetrable
6) la designación del rector de la Universidad de Buenos Aires
7) El mal funcionamiento de las estufas en los colegios porteños
8) El aumento de los taxis
9) La muerte de un operario de nacionalidad Boliviana
10) La papelera Botnia
11) La cantidad de baches en la ciudad
12) La ausencia de películas del cine de terror catástrofe
13) La falta de monedas
14) La falta de aumento en el sueldo del personal de LAN
15) Los hongos de los pies
16) Que a mi abuela le cobraron 10 rulero en el almacén y le dieron 9.

En fin, busque una causa y proteste.

Frente a esto y a las innumerables complicaciones para viajar en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, donde todos los días tenemos un corte de calle que dificulta o imposibilita llegar al trabajo para ganar el sustento para uno y su familia, decidí buscar una causa legítima de protesta y pensé lo siguiente, veamos que les parece.

Sabido es que otro de los grandes inconvenientes son los asentamientos precarios, llamados por estas latitudes “Villas miseria” o “Fabelas”, a las que suele identificarse como fuentes del delito, como caldo de cultivo de bandas criminales y centro operacional del narcotráfico. Brasil ha escogido por combatirla mediante los llamados “escuadrones de la muerte” que, como bien indica su nombre, no dejan muñeco en pié. Pero esto no es sólo un problema latinoamericano, recordemos las campañas de “tolerancia cero” llevadas adelante por el alcalde Guiliani (¿se escribía así?) en Nueva York y que significaron grandes atropellos contra los derechos humanos de los ciudadanos de segunda clase (principalmente latinos y negros) que poblaban barrios como el Bronx o Queens.
Aún cuando un viejo gobernador de Buenos Aires y vicepresidente durante la Administración de “Charly The King Primero de Anillaco” intentó aplicar políticas de igual corte represivo, en concreto hemos encontrado una nueva solución. Edificar las villas. ¿Cómo es esto? Sencillo, les damos los materiales para que construyan sus casas o directamente se las construimos.

La idea esta piola y quiero dejar asentado, fuera de joda, que me parece perfecto. Creo que los ingresos al erario público deben fomentar progreso sustentable y posibilidades socio económicas para los habitantes, dando a los que menos tienen lo necesario para que puedan valerse por sí mismos, debiéndose aportar más cuanto mayores recursos se tenga. Pero igual no puedo evitar pensar lo siguiente. Gente como yo, que han gozado de la posibilidad de una educación universitaria pública, que trabaja y que paga los impuestos y servicios en regla, que respeta las señales de tránsito, que no se ha visto obligada o ha optado por actitudes corruptas para lograr beneficios indebidos y que trata de vivir de la manera mas decorosamente posible, ¿no tenemos derecho a un techo también?

La pregunta no carece de fundamento. Si tomamos a la franja poblacional entre los 18 y 35 años con las características mencionadas podremos observar que:
1) Suelen partir del hogar paternal tardíamente ya que el nivel de ingresos no alcanza a costear las deudas que se generaría viviendo solos.
2) Tampoco alcanzan los ingresos para poder acceder a un crédito y de hacerlo, sólo lograrían comprar un inmueble en una zona que no respondería, en principio, a las de origen.
3) A duras penas podrán acceder a un alquiler que les permita algo más que 20 metros cuadrados.
4) No resulta posible pensar siquiera en comprar un vehículo ya que el gasto de la nafta, seguro, patentes y demás importaría directamente la necesidad de dejar la independencia tan caramente lograda. A seguir viajando en transporte público…los días que funciona y previendo la obligada demora.
5) No se les vaya ocurrir tener hijos porque sino se jodieron definitivamente.
6) Aquellos que han tenido la suerte de gozar de un techo propio ha sido por la financiación de los padres que han adquirido una propiedad, o gran parte de ella, y a los que luego los hijos les devolverán los importes en un plan de cuotas sin interés, ni tasa variable, ni sistema de amortización Frances, Alemán o de la nacionalidad que sea.

Se han propuestos planes crediticios pero díganme seriamente si alguien que gana entre los $2000 y $4000 puede en la Argentina actual pagar un crédito y, aún más, tener ahorrado ese 20 o 25 por ciento del valor del inmueble para hacerlo (¿por lo menos diez mil dólares?).

Realmente es difícil y de lograrlo, como hemos dicho deberá migrar del barrio de origen, lo que indudablemente refleja una pauperización de la economía y una tendencia al descenso en las escalas sociales de las nuevas generaciones.

Entonces, ya me he decidido. Voy a protestar, a levantar la bandera de los jóvenes de clase media que trabajan y/o estudian y/o son profesionales por un techo propio. Pero como el choque violento, el enfrentamiento con los pobres policías, el romper las pelotas de los automovilistas no es mi estilo y además si no laburo me rajan y chau, paso a reclamar los ladrillos para mi casa en la villa o un plan “trabajar”, “jefes y jefas de hogar” o como se llame, es que lo voy a hacer por medios informáticos (¡que moderno!). Apelaré a la red social de Facebook y otras para fundar el “PTP” (“Por un Techo Propio”), donde proponer ideas o directamente canalizar la furia por las imposibilidades.

Eso si, guarda…quien te dice, en una de esas me pongo la carpita en plaza Francia e inauguro un nuevo camping cultural, ¡con shows los fines de semana! ¡Que nivel!

lunes, 14 de diciembre de 2009

Fiestas Navideñas

Descubro que diciembre se ha metido imprudentemente en el calendario, casi como patoteando al resto de los meses y reafirmo la certeza de que el tiempo -que no respeta calendarios- avanza a velocidad meteórica y que compraré a último momento los regalos navideños.

Siento un sudor frío por la espalda, un ardor en el pecho, se me duerme el brazo izquierdo, siento que el final se acerca. Me aferro fuertemente a lo que me resta de esperanza y de conciencia. Me quedo paralizado frente al espejo dibujando en mi mente el cuadro repetido de todos los años. Como si atravesara los recuerdos, me visualizo en medio de un millón de personas adentro de un cubículo comercial tratando de encontrar esa “cualquier cosa” que debe ser posible de cambiar por su destinatario. Siento las manos rozándome, las bolsas golpeando en mis rodillas, la respiración de desconocidos en la nuca anhelando aquello que estamos viendo, la sensación asquerosa cuando nos arrebatan el último porta retrato de la góndola, el par de medias abandonadas al fondo del cajón, la cajita de pañuelos, la corbata, la remerita, el collar, el libro!!!....aaaaaahhh!!!!!!!....

Tiemblo, me acurruco en la esquina del baño, estoy desnudo, puedo sentir los pasos de todas esas vendedoras que parecen la versión aggiornada del joven manos de tijera avanzando en mi dirección, doy un pantallazo por el baño, me levanto rápidamente, tómo la maquinita de afeitar, el desodorante, abro la ducha y me meto rápidamente.
De pronto la presión que no me deja respirar va clareando, las piernas no me zumban más, la cola con la junta de los cerámicos marcados va volviendo a ser carne y pelo, el agua corriendo por mi rostro me relaja, me pregunto que hago con el desodorante en la mano, respiro hondo, chasqueo los labios, me rasco la cabeza y caigo en la cuenta de que volveré a pasar por el cadalso.