sábado, 27 de diciembre de 2008

Balance

Ha llegado fin de año y luego de haber atravesado sus casi 365 días, los seres humanos nos ponemos a efectuar balances con un aire melancólico sazonado con una pizca de esperanza. Siempre me resultó llamativo este comportamiento que no es patrimonio exclusivo de los nostálgicos porteños y que es fomentado desde los medios de comunicación.
Las radios hacen "charts" con las cien, cincuenta o dos mil mejores canciones del año y arengan a la gente a que cuente que fue lo mejor y lo peor que vivieron. En la televisión se repiten los "programas collage" constituidos por pedazos de emisiones anteriores pegados todos juntos para cerrar con un saludo navideño grabado una semana antes. Es decir, una tremenda farsa que dice "no quiero laburar más". No me mal interpreten, no soy un adicto al trabajo y tengo serias dudas sobre si éste dignifica o es una excelente terapia inventada por un científico social que encontró en esta actividad la solución a la locura natural que anida en la especie humana. Pero digan la verdad... ¿Acaso no rompe soberanamente las pelotas todos esos programas de fin de año y películas de navidad (en lo que va de una semana me fumé como cinco...particularmente esa con un Billy Crystal ochentoso que es transportado por un tachero borracho y desagradable a lo largo de su vida)? ¿No es aquello un verdadero peligro para el sano ocio y la estabilidad mental?.
Es más, en el preciso momento en que escribo estas líneas sentado en mi cama en calzoncillos (perdón por tan desagradable imagen) mientras tomo unos mates, tengo el televisor sintonizado (que término viejo, por favor!!!!) en VH1 (...comentarios abstenerse) y pasan canciones "con conciencia social" al estilo de "Es tiempo de cambiar" de Juanes, cuya letra es tan mala como las otras que pueblan la mayoría de sus canciones y que cantamos sólo porque son "pegadizas" las melodías.
En fin, me extendí en disgregaciones y perdí el foco del relato. Como venía comentándoles sin mucha prolijidad literaria, es en esta época, cuando las personas miran la última hoja del calendario colgado de la pared, cuando se acaban los números para tachar, cuando el calor soporiza los pulmones y torna extremadamente difícil levantarse para ir a trabajar, cuando empiezan los cortes de luz por lo que nos metemos los aires acondicionados que compramos hace dos meses atrás en el último tramo de nuestro aparato digestivo, que tenemos la imperiosa necesidad de prender un cigarrillo (los que fumamos), servir un cafecito, agenciarnos una cerveza u otra cosa que sirva como soporte a los pensamientos, y poner sobre la balanza los logros y los fracasos, las tristezas y las alegrías y evaluar los objetivos no logrados y aquellos que nos proponemos realizar el año que viene.
Yo por mi parte desempolvo algún viejo compact (y cuando estoy hecho un loco jodón algún cassette) y me pongo viejos temas que logren sumirme en una rememoranza profunda y reconcentrada y allí nomás, sin asco ni piedad, me pongo a recordar cosas que me sucedieron este año que, demás esta decir, no compartiré en su totalidad con ustedes, pero que se ajustan bastante a lo clásico.
Tengo salud (ni mucha ni poca), tengo el amor de mis seres queridos. He conocido gente nueva que he abrigado en mi corazón y aquellas con que vengo compartiendo la vida desde hace tiempo aún puedo contarlas entre mis más sinceros afectos. He tenido la dicha de no haber perdido físicamente a personas que son pilares en mi vida. He madurado y sigo viendo el futuro como un océano de posibilidades. He encontrado el amor y la apatía, la injusticia y la revancha sana. Pero por sobre todas las cosas tengo la libertad de elegir mi destino, la forma en que quiero conducir mi vida y la madurez suficiente en esta etapa para disfrutar de las cosas que realmente valen la pena y digerir aquellas que no tienen porque ser siquiera meditadas. En definitiva, sigo sumando, errando, aprendiendo y mirando hacia delante, siempre hacia delante, sin olvidar mi pasado, fuente de lo que soy y savia de lo que seré en ésta única única vida que tengo la dicha de gozar.
Sin más, despido este 2008 satisfecho.

domingo, 2 de noviembre de 2008

Mimí (2)


Hay días en que uno desea que un enviado celestial nos salve de seguir trabajando, que nuestro jefe muera o, en el mejor de los casos, ganar el Loto o el Quini y poder mandar a todos "a la mismísma c.d.m." para dedicarnos a criar panza y saborear exquisitos tragos a bordo de un crucero vitalicio. En mi caso, María, que estaba rumbo a su clase de teatro me llamó y, sin mucho esfuerzo, logró convencerme de ir a tomar unas cervezas.
Caminamos por Talcahuano rumbo al sur y en el camino me expuso una de sus teorías irrefutables: "El colectivo 39 es una masa, siempre viene en orden. Primero el uno, luego el dos y después el tres. Así uno sabe perfectamente cuanto va a tardar el que se tiene que tomar". Como no podía suceder de otra manera, ni bien terminó la categórica afirmación pasaron dos colectivos de la línea 39, ramal 2 juntos y luego uno que lucía, en su cartel luminoso, el número "1". Ella me dijo que se sentía estafada y dolida por esa actitud de desprecio que la línea había tenido con ella, su más acérrima defensora. Por mi parte aproveché la boleada para destilar mi humor ácido y la gaste todo el camino. Hubiera querido caminar más y seguir enfermándola pero ella, que para entonces me golpeaba el hombro y protestaba diciendo "Bueno, bueno eh!...no te banco, sali", decidió entrar en un bar en la esquina de Avenida de Mayo.
Allí quiso resarcirse esbozando su segunda gran teoría: "Los mensajes de texto van cargados con la vibra que tenía su emisor" pero su nivel de credibilidad era casi nulo y aunque debo admitir que alguna vez lo he pensado, solo me limité a mirarla con una sonrisa socarrona.
Pedimos dos cervezas y nos pusimos a dejar que el tiempo transcurriera en charla, hasta que se me ocurrió preguntarle por la vida de Mimí. Entre lo que me había contado anteriormente y los nuevos datos logré construir esta historia que tiene tanto de verdad como de fantasía.
"Por razones de vanidad no se sabe a ciencia cierta la edad de Mimí, aunque por mi experiencia personal calculaba que la fecha de su nacimiento estaba cercana a fines de la década del cuarenta. Las malas lenguas afirmaban que su alumbramiento se remontaba diez años atrás en el tiempo. Siempre vivió en la casa de sus padres en el barrio de Caballito, cerca de la iglesia del "Buen Pastor" donde asistía a la misa dominical sin excepción ni llegadas tarde, hasta que la temprana muerte de su padre y la acción de la razón borraron de su espíritu todo rastro de fe. Hija de un matrimonio de clase media, exiliados hacia estas tierras que prometían por lo menos paz, fue educada sobre los pilares del Trabajo y la Familia, y ni bien se recibió de Perito Mercantil, fue contratada como secretaria en una empresa multinacional donde la velocidad de sus dedos le permitió ganarse el dinero suficiente para colaborar con la economía familiar y darse algunos gustos mundanos. Ya acostumbrada a los gobiernos militares y despreocupada por los vaivenes de la política se sumergió en el movimiento hippie. La filosofía del amor libre le permitió conocer los ardores del cuerpo, los que disfrutó sin amor ni odio. Adoptó las remeras batik, los pantalones oxford, bicha, colgantes artesanales, sandalias y en los días de frío un par de alpargatas negras. Inútiles fueron los ruegos de su madre que veía con temor que su hija pudiera ser asociada a algún grupo "subversivo" y fuera chupada por los agentes de la represión. Ella transitó aquellos los duros como un extraño fantasma ajeno al mundo que la rodeaba, más preocupada por acompañar a su madre, quien ya entonces sufría de una osteoporósis avanzada, que enlodarse en oscuros vericuetos políticos. Pese a su aire de "familiera" no descuidó salir a disfrutar de las diversiones propias de su edad. Como mujer tenía una combinación irresistible; un físico más que voluptuoso, un rostro delicado y angelical, y un desparpajo en sus maneras y en su habla que la tornaban una fruta exótica sumamente atractiva. Ella, despreocupada de lo que producía en el sexo opuesto, disfrutaba del cortejo y de la elección, pero cuidando siempre de no entregar su corazón y su alma, los que permanecerían vírgenes hasta la llegada de ese amor que la deslumbraría. La espera fue larga pero lo encontró ya entrados los treinta años cuando entró a trabajar en la escribanía de María. El hombre que se apoderó de sus sentimientos y colmó su vientre de deseos, tenía un porte distinguido y un aire de mundo lo rodeaba al andar. Al hablar tenía aliento a menta y cilantro, podía cautivar a un auditorio ni bien la primera sílaba salía de su boca. Este hombre, que la desveló en las noches y la obligó a mitigar sus ansias con extraños, estaba casado y así permaneció largo tiempo hasta que finalmente se separó. Pero el destino obra de extrañas maneras y no pudo doblegarlo con sus insinuaciones y atenciones. Vanos fueron sus intentos pues el amor de aquel ser correspondió a otra mujer más joven y bella. El dolor se plasmó en la figura de Mimí deformándola y aunque intentó durante años deshacerse de ese sentimiento despreciado sin mala intención no tuvo éxito. Su alma había elegido y aún hoy, mantiene esa elección que tomó hace casi veinte años atrás, contentándose con pequeños gestos de galanería y un contacto laboral obligado que alimentan sus perennes e inútiles esperanzas".

miércoles, 29 de octubre de 2008

La pecera

Decidido a poder compartir un tiempo con mi amigo Luis y su chica la Ponja, a quien hasta hace escazos días atrás llamaba "La chirusa esa", por cuestiones que no tengo interés alguno en comentar en este momento, lo llamé por teléfono el sabado a la tarde para ver si nos encontrabamos.
Me aseguró que estaba despierto, aunque creo que faltó a la verdad y no sólo porque su voz era ronca y las vocales se estiraban tanto como las eses, sino porque era el mediodía y a esa hora suele estar durmiendo dada su inagotable capacidad para ello.
Finalmente entre bostesos que se me fueron contagiando, coordinamos que nos encontraríamos a comer en "Casimiro" de Belgrano ya que la Ponja iba a estar con su niño San y en ese lugar había un especio destinado exclusivamente al entretenimiento infantil y antes de cortar me encomendó la tarea de reservar mesa ya que suele estar hasta la manija.
A las 9.30 horas exactamente, ya que la puntualidad es uno de mis vicios, estaba llegando con Candela. Estacionamos en la puerta y, para mi asombro, Luis, quien goza de la pulsión contraria, se detenía detrás.
Temí que la tormenta de Santa Rosa se desatara en ese mismo momento o que la luna se tiñera de sangre presagiando el fin de los días; inclusive hasta temí que un terremoto azotara Buenos Aires y para alegría de los porteños la ciudad se transformara en una Estado Insular, en la Venecia Sudamericana, pero mis rezos fueron lo suficientemente fuertes.
Entregamos las llaves al pibe del "valet parkin" y entramos. En la recepción una mujer de teñido pelo rubio y cuidadas maneras chequeó nuestra reserva y colocó a la criatura una pulsera de papel de la cual cortó un cuadradito con un número de identificación que era el comprobante de que "ese niño" sólo podría retirarse con nosotros. Nada de pensar en regalarlo y no vaya a ser que algún padre pasado de copas tomara a cualquier criatura por propia y se fuera.
Igual, menudo problema habría tenido cualquier padre de rasgos occidentales que decidiera llevarse a San. Se imaginarán que el apodo de La Ponja no es una cuestión al azar y su pequeño hijo comparte las mismas características fisonómicas.
Otra chica llamada Soledad nos condujo hasta nuestra mesa. Ya identificado el tablón donde depositarían nuestras sustancias alimenticias La Poja se condujo hacia el lugar donde los niños podían berrear libremente fuera de las miradas atentas de los padres.
Este era un habitáculo rectangular, con una pared transparente que daba al salón comedor, completamente preparado para las delicias infantiles. Tenía una estructura de tubos y reposos de dos pisos por donde un sin fin de pequeños seres humanos corría golpeándose, se colgaban de sogas que pendían del techo, se sentaban en el interior de tubos de plástico con aberturas, se tiraban clavados hacia una pileta de pelotas multicolores, se pisaban los dedos para subir la escalera, se abrazaban y corrían, corrían, corrían y corrían. En aquel lugar había una especie de salón comedor con mesas dignas de los habitantes de "Liliput", donde se sentaban a comer el menú infantil que consistía en ñoquis, milanesas con puré y, si mal no recuerdo, hamburguesas con puré, cuantas veces quieran y cuando sintieran el llamado de la naturaleza. Esta laxitud en la dispensa de alimento para los seres habitantes de esta pecera me resultó extraña, aunque no tanto como la ausencia de vómitos puesto que me es casi inconcebible que una persona coma transpirado, ansioso y, ni bien trague el último bocado, salga despedido a tirarse de cabeza en una colchoneta, sin sentir una mínima nausea.
Además, dadas las largas horas que permanecía abierto el local, dentro de aquella pecera infantil se generaba, al final del día, una especie de microclíma similar a una selva amazónica donde la humedad no la brindaba una frondosa vegetación sino los sudores de cientos de niños desaforados.
Salí ahogado, con las manos sudorosas, pálido y los pantalones pegados a mis piernas, pero, principalmente, sordo y mareado.

martes, 30 de septiembre de 2008

Que cosa linda!

Hace unas semanas atrás recibí la invitación de mi madre y Roberto para viajar a la ciudad de Colón en Entre Ríos por cinco días. Chocho de poder cambiar un poco de aire y escapar de esta ciudad que amo tanto como odio, preparé mi petates (tres pares de medias, tres calzoncillos, tres remeras, desodorante y un libro. Claro esta que las zapatillas, el pantalón, el buso y la campera las pensaba llevar puestas), llamé a un taxi y me fui a lo de mi progenitora.
Al otro día de arribar decidimos ir a las termas de San José.
Si alguno de ustedes estuvo alguna vez en una terma habrán visto que es uno de los pocos lugares donde la gente impunemente se pasea con esas batas blancas que le dan al lugar un aire similar al que debe existir en un centro de desintoxicación, rehabilitación o un cotolengo.
Como hacía un frío interesante decidimos meternos en unas de las piletas techadas. Lo primero que sentí fue un baho húmedo con un tufillo a sudor. Observé el piso mojado, las moscas revoloteando en los charcos, el techo goteando y sólo pense que me encontraba en una especie de catacúmba o en un baño egipcio. Mi madre rápidamente divisó un lugar donde poder dejar todas las cosas sin que se mojaran y que, al mismo tiempo, no estuviera ubicado en la corriente de aire que se generaba cada vez que abrían la puerta, diera un poco de sol, no quedara demasiado lejos de los baños, tuviera “vecinos agradables”, distante de los tachos de basura y, al mismo tiempo le permitiera gozar de una visión perimetral. Tiramos todo y nos desvestimos.
Aquel “habitáculo de la salud” estaba repleto de gente inmóvil hundida, con gesto extasiado, en esa sopa humeánte donde compartían sus sudores licuados, los pelos desprendidos y, probablemente, hasta el líquido corporal de algún niño haragán para ir al baño.
Si bien esta breve descripción puede resultarles repugnante, no alcanza la magnitud del espectáculo que desgraciadamente estuve obligado a presenciar. Una mujer monstruosamente grande paso caminando junto a mí, que para entonces ya estaba sumergido en el brevaje. “Desde abajo”, pude ver que vestía una bikini color rosa con puntilla que, obviamente, no llegaba a contenerle toda su humanidad que se escapaba por el borde del corpiño. Le sobraba todo por todos lados y sin ningún tipo de piedad por el remanzo ocular de los presentes, se agachó a buscar sus ojotas que, para desgracia de este servidor, se encontraban al lado de mi cabeza. Y si, como imaginarán, su descomunal trasero quedó directamente apuntándome. Reconozco que quedé estupefacto observándo, con un gesto similar a la adoración, la mística aparición del “big but”.
De pronto las facciones de mi madre, quien se había ubicado en una de las plataformas con caños de los que salen unos chorros de agua a presión que te agujerean la espalda, se contrajeron. Giré hacia donde se dirijía su mirada.
Por una rampa, un hombre con similares características a las de la señora que mencioné, descendía a la pileta apoyado sobre dos piernitas rechonchas y compactas. Llegue a escuchar de la boca de mi madre un ahogado “¡Se va a resbalar!”. Microsegundos después comenzó a aletear en el aire tratando de estabilizar toda la masa de carne que temblaba gelatinosamente. Le fue imposible y calló de espaldas generando un tsunami cuya onda expansiva hizo que el agua golperara contra el borde opuesto de la pileta y arrastrara tres pares de sandalias, dos toallas, un paquete de galletitas y un bebé que gateaba en el borde de la pileta.
Lo más grave es que casi hace papilla a una nena que estaba jugando a su lado. Pobrecita, a su tierna edad vio avecinarse la muerte segura, pero gracias a su destreza infantíl logró saltar afuera de la pileta justo antes del impacto.
La madre tardó varios minutos en apaciguarle el ataque de pánico.
Puede que opinen que tengo algún tipo asco para con los gordos. Ciertamente estan equivocados y aún cuando no me crean y sostengan que me mueve algún tipo de “obesofobia”, estas opiniones me tienen sin cuidado.
Estuve un buen rato disfrutando de los supuestos beneficios del agua termal que aún desconozco cuales son, si funcionan o si son una especie de placebo con que psicológicamente nos engañamos.
Por supuesto, no podían faltar los comentarios psicosociales de mi madre. Estuvo treinta minutos mirando a una pareja joven, al cabo de lo cual me comentó: “Realmente él se esforzó por afearse pero parece simpático, ahora ella es una gordita asqueroza. ¡El le hablaba sin parar y ella ni bola! Hasta que se puso enfrente y como le obstaculizaba la visión lo abrazó y siguió sin prestarle atención...pero el tenía una cara de tarado enamorado!” Su reflexión era que el pibe no se merecía esa arpía y yo por mi lado pensaba “¡Flaco una vez que encontraste una que no te hable sin parar!... ¿qué parte no entendiste?”.
Luego vino lo mejor de la tarde, como si el desplomamiento y el desfile de ropa interior no hubiera sido suficiente, apareció una mujer cincuentona, delgada, con cara de bulldog, de pelo ondulado teñido de rubio furioso atado con una media cola de costado, los labios rojos, unos pantallones violetas con cinturón de igual color, una remera de las princesas de Disney (¡Si! Esas cinco princesas del orto que aparecen hasta en la crema para afeitar, todas sonrientes vaya uno a saber de que mierda) y un chaleco con motivos indigenas...Un verdadero esperpento... “¡Pero que cosa linda!” pensé.
Ansiaba escuchar el comentario de mi madre. Le chiste y le señalé a esta nena avejetada refiriéndole que se le habían caído todos los caramelos del frasco. Ella la miró y sonriente dijo “Esta fenomena...ya dio la vuelta completa...no tiene ningún problema psicológico, esta completamente sana” y siguió tomando mate amargo.
Desilucionado con el comentario, comí un par de biscochos de grasa y reflexioné en silencio: ¿Acaso es necesario ir a las “creamfields” para ver un montón de gente disfrazada haciendo ridiculeces? ¿Es indispensable sufrir una adicción para pasearse en bata sin vergüenza?.... ¡No!...visite las termas y ya esta...

viernes, 25 de julio de 2008

"Esa maldita especie"

Si filántropo es aquella “persona que se distingue por su amor al género humano” (Diccionario Enciclopédico El Ateneo, quinta edición, 1985) y su antónimo, misántropo, esta referdo a la categoría de seres humanos que sienten aversión, odio, asco o desprecio por los “animales mamíferos bípedos supuestamente racionales”, es indudable que los máximos exponente de esta última categoría son “Los Porteros”. Y quiero destacar que utilizo este término en forma deliberada.
Motiva a risa el ataque de histéria que experimentan estos seres cuando los llaman así. Como si se sintieran rebajados de su condición de “Magnánimos nobles, hijos de Dios, llamados regir las vidas de todos los condóminos del edificio” y contestan, con tono de reproche, “Yo soy El Encargado” mientras un haz de luz proveniente de la dicróica de la entrada ilumina sus cabellos.
A tanto ha llegado esta fobia por sentirse degradados que apelando a sus amplios poderes de persuasción (nótese que tienen la mezcla exacta entre “vieja chusma” y “director técnico del seleccionado nacional”), lograron que en las botoneras de los edificios ya no se identifique como “Portería” a la cueva donde anidan y se reproducen estas criaturas, sino que se haga referencia al “Encargado”. Inclusive, en algunos casos, el correspondiente botón se ubica en el centro del tablero, dándole un aire especial, al lado de los restantes botoncitos mundanos alineados para señalar las frías y vacías letras (o números) de los departamentos.
Ustedes pensarán seguramente que mis palabras son injujstas y hasta discriminatorias. Puede que recuerden a “Quique”, a “La Norma”, a “Doña Beatriz”o al “viejo Roberto que me compraba el diario todas las mañanas” con un dejo de ternura. Sin embargo, tengo sólidos fundamentos y puebas irrefutables que demuestran que todo cariño o dedicación que pongan en “ayudarnos” o satisfacer nuestros deseos es símplemente una pantalla para disimular su desprecio absoluto por nuestra existencia.
En efecto, todas las mañanas estos topos urbanos se visten con mamelucos, toman la escoba, el secador de piso, un trapo y el valde, y con macabra sonrisa abren la canilla inundando toda la vereda, empujando con chorros los papeles, las colillas y las hojas, trabándose en una lucha sin cuartel contra todo aquel elemento extraño que viene a polusionar la entrada de “su” edificio. Algunos complementan el “genocidio de basura” frotando ferozmente las baldosas.
Uno puede verlos compenetrados en sus labores cuando despunta el día pero si afinan bien la vista, si prestan real atención, pueden notar como sus globos oculares se mueve rápidamente hacia el rabillo buscando potenciales víctimas; desprevenidos transeuntes que con paso agitado para ir al trabajo no se percatan que justo allí (¿casualidad?...lo dudo) hay una baldosa floja. Todos sabemos que ante nuestro pisotón, un chorro de agua sucia (llamado también escupida) se elevará del piso directamente hacia nuestro calzado y pantalónes condecorándolos. Esa es la marca que dejan en sus víctimas y que muestra a toda su comunidad la eficacia de su trabajo. También estan los que se hacen los distraídos y mientras sostienen la manguerita giran brúscamente y, cual samurai, nos rasuran con su acuosa espada. Y si la situación es indiscimulable bajarán el adminiculo pero mirarán con gesto de odio y reprobación.
Pero ello no es todo, ni bien te mudas al edificio ya saben al departamento donde irás a vivir y si piensas que no lo conocen por dentro estas equivocado. De seguro habrán hecho algún “arreglo” con anterioridad, habrán ayudado a cargarle las bolsas del supermercado al que vivía antes o, directamente, habrán hecho la instalación clandestina de la señal de cable que, obviamente, tomaron el recaudo de quitar antes de que llegue el nuevo “inquilino/súbdito” para volver a cobrarle el precio de la chantada. Por ende, conocen todos los recovecos y secretos de funcionamiento del hogar donde viviremos.
Luego de una conversación informal, amparados por su mítica condción (¿Quién nunca habló con el portero?), averiguaran tu nombre, algunos datos de tu vida (edad, trabajo, estado civil) y así seguirán absorviendo información que volcarán en formularios mentales inviolables y que administrarán en la forma más ventajosa a sus intereses. Inclusive, estos nefastos seres, no titubearan en proponerte algún chanchullo pero recordándote que no debe entrarse nadie “porque después el problema lo tengo yo” (palabras que en realidad hay que leer como “Yo te mando al muere y me lavo las manos”) y llegado el caso te recordarán lo mucho que saben de tu vida y que conocen a tu familia (“¿Cómo esta la tía pocha?, hace mucho que no viene por acá ¿Sigue viviendo en Malabia y Corrientes”), hasta puede ocurrir que en un momento de emergencia haga referencia a su organización (“¿Sabés que justo da la casualidad que el encargado del edificio donde vive tu novia es amigo mío?”). Claro que pueden existir fisuras y que algún integrante de la organización sintiéndose omnipotente acose sexualmente a alguno de los que estan llamados a controlar. La sentencia será categórica: destierro, cambio deactividades o, en casos mas leves, readaptación.
Nadie puede negarme que esta es una realidad, todos vivimos situaciones similares que consideramos normales e inofencivas: simple conversación “bla bla” sin importancia; “colaboraciones y ayudas desinteresadas”; o “gauchadas de alguien bonachón que nos conoce desde hace tiempo”, etcétera.
Pero...¡NO! Si observamos con atención, si paramos la oreja, si nos detenemos un segundo, podremos vislumbrar sus ojos movedisos, sus orejas puntiagudas, su andar escurridizo y silencioso, sus manos trabajadas, su sonrisa ladina...su expresión diabólica.
Ahora podrán ver que mis convicciones no son caprichosas ni carentes de sustento probatorio, soy simplemente uno de aquellos mortales que han logrado ver más allá de las apariencias; que han pasado noches de desvelo repasando mentalmente actitudes, palabras, intensidades en la voz. Tomen la recomendación de alquien que se sumergió en las aguas pantanosas de estos siniestros misántropos o aténganse a las consecuencias.

lunes, 30 de junio de 2008

"Todos tenemos un muerto en el placard"


Con motivo de la despedida de mi hermano Facundo a lejanas tierras anglosajonas, mi madre organizó una fiesta de despedida que, además de congregar a la familia y a los amigos y de brindarme la posibilidad de comer opíparamente, me dio la pauta clara de que, aunque lo creía imposible, existía el alto riesgo de que mi progenitora estuviera a punto de cumplir con una de las máximas maternales: Poner en ridiculo a los hijos.
Con ingenio realizó en una cartulina una especie de rompecabezas que resumía los 27 años de vida de mi hermano. Tenía un formato de diagrama de flujo pero con organización caótica donde un sin fin de flechas cruzaban espacios en blanco en los que el agazajado, ante la mirada de todos los asistentes y en un breve tiempo cronometrado por el implacable Roberto, debía pegar diversas fotos en que se reflejaban distintos momentos de la vida de su hijo menor, abajo de las cuales escribió leyendas como “Nací un 9 de marzo, era un gordito hermoso”, “me recibí de licenciado...el orgullo de mamá”, “Trabajé mucho y pude recorrer el mundo...que genio!”, “Siempre fui muy deportista hasta que me rompí 400 veces los tobillos..que goma!”, etc. Ya la primer foto motivó una estruendosa carcajada de los amigos de mi hermano que vieron a un gordo rechoncho de rosados cachetes posando sin ropas y sacando, con la inocencia de la tierna infancia, la lengua. Así siguieron las carcajadas y los “aaaaaahhhhh!...que tiernoooooo” de las mujeres presentes.
Yo, por mi parte, guardaba un silencio cerrado y oscuro como el que mantienen aquellos que se saben acechados por el enemigo. Sentí una señal de alarma, un escalofrío me recorrió la espalda y el sudor comenzó a brotar de mi frente. Estaba ante la primera manifestación cabal de que mi madre no tendría escrupulos, movida por su amor incondicional, a someternos a una situación de vergüensa suprema.
Aunque mi hermano y yo no nos caracterizamos por tener ese sentimiento de pudor que habitualmente suele confundirse con ubicuidad social (especialmente quien escribe), la cosa estaba pasando de castaño a oscuro.
Al otro día mi hermano me comentó aliviado: “Por lo menos la vieja no sacó esa foto en que estamos disfrazados como superman y robin...Tengo que quemar esa foto”. Los interminables trámites que tuvo que efectuar antes de viajar le imposibilitaron encarar una pesquisa más profunda y me dejó “el trabajo” a mi, pidiéndome encarecidamente que cuando lograra quemar las evidencias le mandara un mail para que pudiera sentirse seguro que esa mácula en su pasado quedaba definitivamente en el olvido.
Durante semanas estuve revisando disimuladamente los cajones, los placares, la baulera y todo espacio donde mi vieja podría haber guardado las fotos, pero sin éxito. El miedo se convirtió prontamente en un terror angustiante.
Mi madre. La organizada; la que cuando te das vuelta te guardó la cucharita con que ibas a revolver el cafe porque pensó que estaba fuera de lugar; la que pone el grito en el cielo si guardas los Tupers en el cajón de las cacerolas; la que casi sufre un síncope el día en que la tijera de la cocina desapareció durante quince días para viajar hasta el lapicero de mi escritorio por décima vez; la que realiza una planilla de excel para organizar todo lo que tiene en el vanitori, no podía haber perdido las “fotos de la vergüenza”. No!!!...indudablemene las había escondido esperando la oportunidad de “sacar los trapitos al sol”. Intensifiqué mi busqueda y durante casi un mes le dí vuelta la casa tomando la precaución de dejar todo en su lugar exacto para no despertar sospechas. Finalmente el esfuerzo rindió sus frutos.
Pense quemarlas en la hornalla, mojarlas y ponerlas en el microondas, partirlas en pedacitos y tirarlas a la basura, metermelas en la boca y tragárlas. Sin embargo cuando estaba a punto de tirarlas a la parrilla y rociarlas con alcohol sentí un golpecito en la fibra íntima de mi ser. Era algo similar a la ternura o a la nostalgia. “Pobre vieja, no puedo hacerle esto” me encontré pensando. Guardé las fotos en la mochila y me las llevé.
Estuve meditando durante largo tiempo que hacer con ellas. Las miraba y no podía evitar reirme, recordar momentos que han pasado, pequeños estallidos de tiempo donde toda nuestra niñez queda focalizada en un punto que desgustamos con el mismo placer con que saboreamos un vino añejo.
De pronto, mientras me encontraba comiendo una porción de pizza en la barra de “Guerrin” todo se aclaró.
No existe madre que, llevada por la máxima expresión del amor o la suprema estupidez, no nos haga pasar un momento de extrema vergüenza ante “aquellos que no tienen porque enterarse de eso”.
Las que no muestran las fotos donde aparecemos en pelotas con un “pitulín” cercano al de los eunúcos la primera vez que nuestra novia se queda a comer, decidén compartir la primera menstruación de la nena con todo el barrio. Otras ponen un gran pasacalle para anunciar a las vecinas que “la nena se ME recibió de podóloga” y las más modernas gritan a los cuatro vientos con aires de superadas “mi hijo/a es gay y estoy orgullosa”. No nos hagamos los boludos, todos lo sabemos, existe una ámplia gama de comportamientos maternales que los hijos debemos padecer.
Pero, ¿qué es lo que nos molesta de esta situación? ¿Qué hallamos hecho lo que hicimos o comentado lo que comentamos?, ¿La foto en que aparecemos en pelotas? O, en realidad, ¿qué ese muerto que tenemos en el placard sea exhibido al mundo descaradamente por nuestra propia madre?.
En mi caso, que como dije soy casi un desvergozado total, es lo último. Por ende, lo que aquí hago no es más que un acto de venganza o de legítima defensa. Un ataque ante el indudable avance del enemigo, Un acto de justicia. Muestro al mundo, sin pudor y sintiéndome profundamente orgulloso (si OR-GU-LLO-SO) algunas de las fotos más vergonzosas que nuestra madre guardaba esperando el momento oportuno de utilizarlas. Se que no es lo que mi hermano deseaba, pero doy por hecho que apoyará mis acciones y afrontará valientemente cualquier consecuencia.
Me pregunto, ustedes por casa, como andan?

sábado, 21 de junio de 2008

Mimí

El otro día (expresión indefinida con la que suelo identificar acontecimientos que ocurrieron hace quince minutos o diez años) fui a visitar a una amiga a la escribanía donde labura desde hace algun tiempo (otra indefinición) y de paso, además de manguearle un café, pedirle su opinión profesional sobre sociedades para analizar una cosa en el laburo que me estaba partiendo la cabeza desde hacía días. Subí por uno de esos acensores modernos que parecen una cajita de zinc con tapa plástica que al fondo tienen un gran espejo para disimular las dimensiones de caja se zapátos y, de paso cañaso, mostrar la cara demacrada de uno cuando llega a la mañana.
La cuestión, lo interesante del asunto, es que tuve la grata sorpresa de conocer a Mimí.
Era una mujer entrados, sobradamente, en los cincuenta años, de labios carnosos prolijamente pintarrajeados de rosa Barbie (o por lo menos eso creo...algún día les hablaré de mi daltonismo), que combinaban con una blusa de cuello escote en V del que asomaban dos inmensos (si reitero) inmensos senos que indudablemente mostraba de forma deliberada. Su pelo rubio ceniza le caía onduladamente sobre los hombros y frente a sus ojos marrones portaba un par de anteojos que hoy denominamos “retro” pero que debían tener casi la mitad de su edad. Sentada detrás de un escritorio en que resaltaba una taza grandota con la leyenda “Recuerdo de Mar del Plata” y el infaltable lobo marino en posición de estar desperezándose, me reglaló una gran sonrisa a dentadura completa.
- Buen día joven.
- Buen día, vengo a ver a María.
Sin inmutarse pero con un brillo picaro en sus ojos tomó el teléfono y marco unos numeros. Tenía la mano rellenita y una docena de anillos dorados poblaban los cinco dedos que remataban en una uñas pintadas en composé con los labios. Al cabo de unos segundos con la misma amabilidad y brillo en sus pupilas me dijo que iría a buscarla. Lo gracioso no fue solamente ver que debajo de la pollera negra con bolados asomaban un par de zapatos también de color rosa, sino que la oficina donde estaba María quedaba a escasos metros y pude escuchar todo lo que le decía Mimí.
- Nenina, aca hay un joven caballero viene a buscarte – la entonación que puso a las palabras eran las mismas que suele poner una vieja chusma sosteniendo el carrito del almacen mientras le comenta a la vecina que el verdulero le arrastra el ala a la empleada de La Carmen – esta esperandote en la Sala. ¿Quién es este muchacho? Porque hacía tiempo que no venía alguien a verte a la oficina y claramente, cliente no es.
Casi podía adivinar la cara de María mirandola a Mimí con expresión de “¡Que mierda te importa! ¡Porque no me dejas de romper las pelotas!”. Sin embargo, Mimí parecía obstinada en sacarle información.
- ¡Dale nena, no lo vas a tener allí esperando una eternidad! Es un rico chico, medio petiso y esa barbita que tiene no me convence. ¿De donde lo conoces? ¿Es de la facultad?.
Se escuchó un silencio.
- Bueno, no te preocupes si no querés contarme no importa, yo le digo que te espere un segundo. ¿Es del curso de ruso, vecino de tu barrio, amigo del colegio?.
Nuevamente el silencio.
Se abrió la puerta y aparecieron Mimí, su blusa rosa, sus grandes tetas y su sonrisa picarezca.
- ¿Desea tomar algo? – me preguntó
- Mimí, toma, mandame este fax, llamame a Alberto, anda a sacarme dos fotocopias de este papel y de paso comprame un Marlboro light box diez.
Quien interumpía era un hombre que debía tener la misma edad de Mimí cuyas canas sólo aumentaban su porte masculino (algo así como Richard Gere, Sean Connery o el hijo de puta de Pierce Brosman). De pronto me pareció sentir que la alfombra del lugar se humedecía, que un tenue pero perceptible aroma a rosas inundaba aire, que un vals edulzaba los oidos, que miles de pétalos caían del techo y todo salía de las pupilas de Mimí que miraba a este hombre (indudablemente uno de los jefes del lugar) con embelesada cara de quinceañera enamorada.
- ¿Siiiiii...necesita algo maaassss? – preguntó en un suspiro que, debo ser sincero, se parecía más a un gemido de gozo después del orgasmo.
- Si que me pagues el colegio de los chicos en el pago facil de la vuelta.
Ya se había retirado este hombre y los ojos de Mimí aun estaban dirigidos hacia el pasillo por donde desapareció. Se abrió una puerta y apareció María cargando unas carpetas, su mochila, acomodándose el flequillo y buscando algo en los bolsillos de su tapado.
- Vamos – me dijo – Chau Mimí, hasta mañana.
- Cha au, que la pasen bien – y un grotesco guiño de ojos.
Subimos a la cajita de zinc y no pude evitar comentar lo personaje que era esta Mimí.
Entonces María, cuando llegamos a la confitería que esta en la esquina de Cordoba y Florida y ya habiendo efectuado sus tres muecas características (la viejita de ojos cerrados, la miradita al cielo con carita de “que le vamos a hacer” y la “te estoy leyendo la mente”) me comentó un poco la vida de esta mujer y que iré comentándosela en alguna otra entrega.
Basta por ahora decir que hacía treinta años que trabajaba en esa escribanía, que era soltera, que tenía un record imbatible de puntualidad y, como si no me hubiera dado cuenta para entonces, una inexplicable necesidad patológica de pintarse los labios y las uñas de rosa.

jueves, 12 de junio de 2008

El Gran Misterio

Desde tiempos inmemoriales el ser humano ha luchado denodada e inutilmente contra el tiempo. Si antaño mercaderes nomades prometían la juventud eterna en pequeñas pociones mágicas, hoy la cuestión se ha tecnificado hasta limites insospechados. Hay liftings, botox, cremas antiage, cremas proage, pinchazos noage, alimentos antioxidantes, pilates y vaya uno a saber cuantas cosas más que buscan perpetuar la fresca juventud. ¡Juventud, divino tesoro!.
Combatimos contra las arrugas, las patas de gallo, las canas, la calvicie, en síntesis, contra cualquier síntoma que denote que el tiempo inevitablemente pasa. No tiempo como ese conteo interminable, repetitivo e inexorable que marcan los relojes, sino el tiempo biológico que se cuenta por achaques y marcas corporales que por más que nos esforcemos apareceran. La lucha es inevitable y no pretendo ponerme a filosofar como un sofista barato sobre la crueldad o la dicha de la maduración, sino que quiero comentar como mis abuelos en su inagotable sabiduría de años han encontrado el remedio para retrasar el tiempo.
Ellos que han atravezado más de medio siglo de vida, que han vivido las tragedias humanas, que contienen en sus retinas aún fresco el recuerdo de las primeras radios a galena, de los limpia rayos de los automóviles, del lechero y el aguatero pasando por la puerta con sus carros tirados por cansados caballos, de los vendedores de pizza que portaban sobre sus lisos craneos esa masa italiana que hemos adoptado como alimento nacional. Mis abuelos, los que han caminado la Avenida de Libertador empedrada, que evitaban deambular en horas de la noche el bajo de retiro, zona de bándalos, malevaje y guapos, han encontrado el remedio que los magos, los curanderos, las brujas y los cientificos no logran descular. Yo, tal vez traicionando su confianza, decido compartir con ustedes el secreto del Gran Misterio.
La cuestión es sencilla, mi abuela loopea y mi abuelo va en slow motion. Basta un ejemplo como muestra.
Mi abuela suele empecinarse en repetir pensamientos o conversaciones dos, tres y hasta cuatro veces. El fin de semana pasado, sin ir mas lejos, Me preguntó si me gustaban los moñitos con manteca. Lógicamente entendí que me quería tender una trampa, ya que desde que tengo cinco años pocas cosas hay tan ricas como los moñitos con manteca de mi abuela. Por ende le dije que sí. “¡En serio!”, respondio. No me creí la espontaneidad con que lo dijo. La vieja seguramente había apelado a su sarcasmo. Entonces se puso a cocinar y mientras cargaba la cacerola con agua volvio a preguntarme: “¿Te gustan los moñitos con manteca?”. “Si abuela” respondí. “¡En serio!”, reiteró con la misma cara de sorprendida. ¡Que grande mi abuela, que manera de multiplicar el tiempo!. Pero no contenta con esta optimización de los segundos de vida física, volvio a batallar mientras sacaba el pan lactal de la heladera “Drean”. “¿Te gustan los moñitos con manteca?”... ¡Idoooola!..jajaja.
Luego cuando ya me encontraba saboreando el manjar cacero, me preguntó dos veces donde quedaba mi casa, cuando me había mudado y volvió a pedirme un plano para llegar a mi hogar (tiene esa pulsión a pedir planos de donde quedan las casas de toda la familia. Vicio porteño de creer que todos los que vivimos mas allá de la General Paz estamos en el medio del campo y vamos a pescar a los arrollitos que se niega a creer entubados).
Mientras tanto mi abuelo se tomo nada mas que cuarenta y cinco minutos para dejar su libro de historia de Sarmiento (El chabón es el mayor historiador ignoto de Sarmiento), orinar y sentarse en la mesa... ¡Fenooooomenoooo!
Diganme la verdad, acaso no existe técnica mejor para que el tiempo se retrase, se demore en transcurrir. Nosotros, los que aún creemos que somos jovenes por esa convención social que dice que a determinada edad sos niño, en otra joven, luego adulto y finalmente geronte, vivimos multiplicando las actividades pensando que de esa manera todo va mas lento pero ¡NO!, desengañemosnos, al final de cuentas todo se sucede en una voragine indescifrable, a una velocidad meteórica, a un ritmo que diluye el disfrute de los que esta sucediendo. Los nonos con la experiencia de los años se percataron que la multiplicación y la lentitud eran la clave, The Key. Y ahora me vienen a decir que “El elogio de la lentitud” es una novedad. ¡Por favor!

martes, 20 de mayo de 2008

El Tren Bala

El sabado pasado recibí un mail de mi amigo Georgie, quien se encuentra viviendo en Alemania desde hace algún tiempo, preguntando sobre el Tren Bala
Puntualmente decía: "Que es esa cosa del tren bala? un tren para carlitos bala?? con el chupetometro?? no posta, q quierne hacer un tren bala en argentina, para q?
Saludos"

Convencido de que había apelado a su sarcasmo, decidí contestar con el absurdo:
"Debe ser para el programa de Ripley o una nueva versión del de las jodas de tinelli......Argentina pais generoso".
Sin embargo para mi asombro y desolación, descubrí en su respuesta, que habré de transcribir por lo jugosa, que REALMENTE tenía dudas de que fuera enserio.
"Pero huevon q so, que queres si aca solo puedo ver boludeces en la tele de dia talkshow o programas que te muestra como funciona la industria y de noche porno aleman, asi q prefiero dedicarme exclusivamente a ver lost, house, supernatural y alguna q otra. Ya que cuando aparece el Sol me rajo para algun lago a hacer chapa chapa. El otro dia me fui a uno a tomar unas cervezas y me lleve la sorpresa q ademas de gente habia patos, gansos, cisnes etc etc. Me cagaba de risa xq un ruso me decia q en su pais esto no habia ya q ya se hubiesen afanado las aves para morfarselas. adentro me cagaba de risa, xq pensaba q los negros de las villa 31 hubiesen echo lo mismo o las hubiesen vendido en la salada.Volviendo al tema del tren bala, pregunto xq lo vi el otro dia en taringa y supongo q debe ser algo problematico".
Nolo podía creer, acaso el spto para nuestro pais no es: "Argentina un país en serio"????. Este renegado de m.. acaso dudaba que aca las cosas no se hicieran con proligidad y dentro de la mas estricta lógica???.
Su mentalidad Argenta comenzaba peligrosamente a europeizarse. Cuestión que implica que necesitará algo mas que un cacho de alambre y dos pedazos de cinta scotch para armar una computadora completa...Algo inaudito. La imaginación, la inagotable capacidad Argenta de solucionar cualquier cuestión con lo mínimo se estaba diluyendo!!!
Decidí tomar el toro por las astas y plasmarle un breve resumen de nuestra realidad a este Argentino renegado que por vivir en el primer mundo unos meses se cree que es europeo!! (No habíamos entrado nosotros al primer mundo hace 10 años??)
Aquí va mi respuesta:
"Jajajajaj..veo que Alemania ha sido profundamente cultural, que te estas dedicando a disfrutar de las maravillas del viejo continente además de sacarle lustre al control remoto..jaj
Oka, aca todo es algarabia Goergie, Hay problemas porque el campo para, corta las rutas y los camioneros dicen..entonces no pasa nadie y la cortan también en un efecto multiplicador de cortes al que se plegan los piqueteros K y todo aquel que tenga ganas de protestar aunque mas no sea por el aumento de la pizza de muzza en constitución. Los trenes andan al pelete y cuando tenes 15 minjutos de demora gritas aleluya al cielo pero con el tren bala llegaremos en un pedo a codoba y rosario..la cagada es que, al parecer, lo pagaremos todos y yo que iluso pense que tal vez eran inversiones extranjeras que venían a explotar un tren y que nosostros con la plata que ganariamos la invertiríamos en el subsidio que damos a los demas trenes para paliar esa diferencia...Si sigo siendo un boludo. Pero si te jode el Tren, podes tomarte el subte que el sistema de aireación forzada anda en cinco estaciones o algo así (contener la respiración en horas pico), el asensor mal y nunca y cuando pinta tenemos paro sorpresivo vaya uno a saber porque. Eso si, cuando andan los trenes musica asegurada...Pero no te vayas a creer que son todas palidas,..En invierno puede que tengas 30 grados de temperatura y cuando estas destapando la cervecita Quilmes (que es de los brasileros) te viene un frio que nieva y hasta cansado de aspirar aire puro somos vendecidos por la quema de pastisales en el delta y gozamos fumando como locos los pastos y viviendo cagandonos de risa...jajajaj...Y así podemos rematar con una nube de cenisas que gracias a los vientos solo quedaron a 3500 metros de altura..aca si que me garcaron yo la iba a envasar y vender cenisas compactadas como recuerdo para las generaciones venideras. Esta primavera esperamos un terremoto o un tsunami para que borre de las rutas a todos los que cortan o tal vez, decir que somos el centro del mundo en lo que hace a desastres planetarios y sentirnos primeros y unicos..jajaja
Bueno, espero que el resumen sea piola. Ah!, tenemos un superavit genial pero todos los precios aumentan..seguro que por esos oligarcas de mierda que hay que cagarlos a patadas...!!!!Viva la itegracion social!!!!!!. Ramiro (100% argento)"

Espero le haya servido para recordar sus raíces. Me encuentro undido en la más profunda tristesa. Mi amigo, ese que pelaba los bancos del colegio con una navaja en primer año; el que intentó volar la instalación eléctrica de la institución educativa con un aparato endemoniado de triples y cables pelados; el que comía salame con gomitas de eucalipto en una especie de microsanguches agridulces, se cuestionaba, seriamente, la posibilidad de que nosostros tuvieramos un tren bala...Estoy abatido...con estos Argentinos adonde iremos a parar?.

sábado, 10 de mayo de 2008

Las maximas del Sr. Takao

Una noche de un martes de marzo estabamos con Kumi hablando de bueyes perdidos en la confitería Cinema de Santa Fe y Callao cuando me comentó, sosteniendo entre dientes un pedazo de tostado mixto que devoraba sin piedad, de este extraño personaje: El Sr. Takao.
Oriundo de Japón, había decidido en algún momento venir a vivir a estas Pampas junto con su leal esposa para lograr un futuro lejos de su tierra natal que aún se recuperaba de las heridas que la bestialidad humana había regado en aquella pequeña isla que se hizo acreedora del premio al primer lugar donde se lanzaría una bomba atómica.
La fertilidad de nuestra tierra lo obsequió con el nacimiento de dos pequeñas hijas a las que, firme en sus convicciones, decidió criar con estricta disciplina. Claro, lo que nunca imagino es que las cosas no le salieran del todo como esperaba. Sin embargo, con tenacidad oriental fue intentando inculcar en la formacón de su prole algunas ideas que Kumi me expuso como "Aquellas nociones básicas para que tus hijas no salgan unas reventadas".
Intrigado, insistí en conocerlo y pude hacerlo una tarde de abril de esas en que el clima nos acaricia y el tiempo nos regala minutos. Me impresionó como un tierno abuelo con aires de sabiduría ancestral y tranquilidad oriental. Vestía pantalon verde, camisa a cuadros y un chaleco azul que desentonaba con sus mocasines negros. Estaba sentado en la vereda de su casa de Floresta mirando las hojas de los arboles ulular con el viento mientras sostenía su Sake, bebida espirituosa que reemplaza su desayuno, su meienda y su cena y que, finalmente, lo sumían en un extraño estado de somnoliencia y borrachera dificil de soportar en los días que se le daba por exteriorizar su bronca. Gracias a una extraña coincidiencia aquel día tenía una descompostura estomacal que lo llevó a desistir de su traguito de la mañana y del mediodía, con lo cual su lengua estaba lucida y su animo tranquilo. Me senté a su lado intentando hacer el menor ruido posible y nos mantuvimos en silencio un rato observando las hojas ulular. Debo reconocer que me encontraba por demás ansioso, pero me contuve convencido de que él sería quien decidiría cuando hablarme. Finalmente, dio un sorbo y sin mirarme me dijo:
- Joven, usted tiene hijos?
- No - le respondí
- Usted no sabe lo dichoso que es.
Ese breve intercambio de palabras fue el inicio de una extensa conversación donde el Sr.Takao deslizó todo un arsenal de las maximas más machistas que jamas esuche en mi vida. Afirmaciones que, con el convencimiento de un estafador, salieron de su fina boca y que registré con la atención que pude, ya que fue menguando a medida que el Sake enjuagó mi lenga y mareo mi conciencia. No aceptó tomarle una foto con los pocos reflejos que me quedaban, pero luego de un arduo trabajo de inteligencia logre conseguir la que pongo aca.
Al día siguiente destornillado de risa fui anotando en un viejo cuaderno Gloria todo ese bagaje de ridiculeces que ire compartiendo con ustedes, cuando el tiempo me lo permita y cuando se me antoje. Espero les sirva...para reir, llorar o, en el peor de los casos, adoptar.

viernes, 2 de mayo de 2008

Intro

Me encontraba al pedo como bocina de avión corrigiendo unos parciales de mis alumnos de la facultad (cuya letra en la mayoría de los casos es un jeroglífico incomprensible), cuando me di cuenta que tenía un embole padre y decidí que la mejor forma de saciar mi apetito era seguir acumulando pelotudeces inservibles en "la internet" como dice mi abuela. Claro que soy una especie de hombre de neandertal con esta cosa de "la computación" y empecé con el pie izquierdo ya que tarde poco mas de 15 minutos en poder encontrar este sitio donde subir las cosas. La otra razón por la que estoy enfrente de este monitor que sirve para incrementar mi miopía es "que es grátis" y como argento que soy no puedo dejar de aprovechar algo grátis y más si nos permite figurar en un lugar donde antes no estabamos...aunque más no sea para decir..."que haces loco, no sabes me cree un blog" y la gente te mire con esa expresión entre interesada y "que pelotudazo" para decirte "ahhhhh...que bien" (mientras piensan, este chabón si que esta al pedo)... Pero me importa un pito, tengo el vicio de escribir y la necesidad de polusionar espacios mentales...
En un principio dije..."me voy a hacer el interesante y escribiré sobre un personaje inventado", entonces pensé que si tenía ganas de hacerme pasar por otro tenía que explotar el msn y esas paginas donde uno se mete para ver minitas que juegan a ser modelitos y que nos aceptarán tranquilamente como "amigos" porque no podemos saltar a través de la pantalla directo a sus senos. Entonces me dije, ¿qué es esta pelotudez de jugar a ser Dr. Jeckyll and Mr. Hyde?. No loco, "lo que ves es lo que hay" (Charly García's way) y me decidí por crear esta pagina donde pondré sin sentido, ni razón, ni lógica lo que se me de la reveranda ganas y donde ustedes (los que estan hueveando como yo) puedan dejar sus impresiones en este lugar creado por un desconocido que tal vez se hayan cruzado en el baño de alguna estación de servicio; o hayan compartido el sudor en las mañanitas de verano arriba del tren en el horario pico, pero al cual ni vimos porque estabamos muy ocupados escuchando música en nuestros MP3 o leyendo ese libro que llevamos ensima a pasear por la ciudad...
Chau.