sábado, 6 de marzo de 2010

Disney T.H.S."Princess" - Capitulo 2

(Continuación)

La Bella durmiente, que nació en cuna de oro, hija de reyes y dotada de características maravillosas por tres hadas madrinas es presa de su innata curiosidad femenina y termina pinchándose el dedo con una maquina de cocer (¿si nunca debió haber cocido nada en su vida, que carajo tenía que estar haciendo en la torre del castillo intentando hacer algo para lo que claramente era una inútil?) y cae presa de un sueño profundo y no hace absolutamente nada mas. Si, si, si, una soberbia estúpida que sólo se dedica a dormir por años y años y años, hasta que un loco bohemio de alta alcurnia sale en su búsqueda como los viejos españoles a la ciudad de oro, y que, previo matar a la malvada bruja fea, se “enamora a primera vista” (...¡¡cualquiera!!...) y la besa (claro aprovechamiento de un mujer indefensa para saciar las propias pulsiones libidinosas) despertándola de su letargo. Ella, por supuesto, lo retribuye de inmediato y viven felices para siempre.

Pasemos sin solución de continuidad a Jazmín, borrega nacida de un jeque árabe un poco rebelde a la disciplina de su padre y que la pretende un brujo maldito, consejero real, que tras la unión matrimonial tiene la idea de asesinar a su padre y apoderarse del reino. Esta chiquilina termina enamorándose de un pela gatos que gracias a un culo fenomenal logra hacerse de una lámpara de cuyo interior sale un genio medio trastornado que le concede tres deseos, entre los que se encuentra la fortuna necesaria para conquistar a esa niña. Es decir, un constructor de castillos en el aire o, en el mejor de los casos lo que hoy algunos llamarían “un nuevo rico”. Un verdadero embaucador y mentiroso, al cuál se entrega la señorita que parece más deslumbrada por volar en alfombra que en compartir con otro sequito de mujeres (el harem) a su príncipe fantoche. Es decir, la imagen de la mujer que encandilada y enamorada por la fortuna y el poder se entrega a los brazos de un mal tipo…algo así como una representación antigua de un zar de la droga, por ejemplo. Una pregunta, ¿estos vivieron felices para siempre?, no lo recuerdo.

En cuarto lugar tomo a Blancanieves, niña que vivía muy tranquila en un pueblo medieval hasta que una mujer obsesionada con ser la mas hermosa del reino y que se la pasaba delante de un espejo parlante (¡uf…que problemitas!) que, seguramente harto de tener que repetir siempre lo mismo se sincera y le dice que aquella pequeña es la mas linda del reino. Ya el desenlace todos lo sabemos, un cazador es contratado para llevarla al medio del bosque y matarla pero cobardemente la deja vivir y esta se pierde hasta que da con la casa de los enanitos.
Ya se que se han tejido bastantes historias alrededor de este hecho, película porno incluida, pero creo fervientemente que son justificadas. ¿Vamos a creernos que Blancanieves era como una especie de Pitufina rodeada de hombres a los que sólo se limitaba a tratarlos como pequeños hijitos o amigos? Na, na, na…digamos que Blancanieves ha corrido mejor suerte y tuvo mejor prensa que la enana azul a quien le podemos adjudicar los pitufinitos que aparecieron en versiones mas modernas de ese dibujo. En definitiva, Blancanieves es una tremenda reventada que se queda a vivir con siete flacos que trabajan en una mina y a los que se ocupa de atenderlos en todos los quehaceres del hogar. El famoso y estereotipado fetiche masculino de la mucamita, combinada con una orgía festivalera y libertina, haciendo de esta princesa una piola bárbara que construyó un mito sobre una imagen de ingenuidad inexistente. Recuerdo a las viejas que recomiendan a las mujeres que se inician en los misterios de la vida en convivencia que “La mujer debe ser una dama en público y un prostituta en la cama”. Claro toda la fiesta termina cuando la “jabru” malvada se entera de la traición del sicario y le da una manzana que la tumba, confinándola al sueño en un ataúd de cristal que le construyen los enanos quienes, al final de cuenta, son abandonados a su suerte cuando, emulando a la historia de la Bella Durmiente, un apuesto príncipe que vagaba sin rumbo se la cruza y no tiene mejor idea que besarla. Esto nos da la pauta de que debía estar bastante necesitado y que era necrófilo.

Dejé para el final a una princesa que la verdad que me cae medio simpática ya que, en definitiva, es la única que, al parecer, hace algo que la vuelve merecedora del podio: Bella.
Esta piba vivía placidamente hasta que no recuerdo por qué a su viejo lo rapta una Bestia parecida a un León (lo que no la hace más fea que el Jorobado de Notredam que estaba todo tullido) por lo que decide ir a buscarlo, siendo raptada ella también. Ambos son puestos prisioneros y ella se sacrifica aceptando quedarse en el castillo a cambio de que liberen a su padre. Finalmente este monstruo solitario y resentido con la vida, preso de un gualicho se va ablandando y se muestra como él es con la señorita que, además de corregir sus modales en la mesa, va descubriendo un ser interior bonito y, al parecer se enamora y bla, bla, bla.
Pero ojo, no todo es tan sencillo y lindo como parece. Este dibujito no es la reivindicación de los feos, no, no. No nos olvidemos de la rosa cuyos pétalos van cayendo y que marca el tiempo límite que tiene el monstruo de enamorar a una chica y volver a su condición física de humanidad o morir. Este dato no es menor. La Bestia le explica esto a bella y hace todo lo que puede por enamorarla pero la mina tiene que esperar hasta último momento para dar el brazo a torcer y darle un pico a la Bestia que se estaba muriendo. Entonces cabe preguntarse ¿Es amor verdadero, culpa o lástima? La decisión le fue favorable y finalmente aquel ser asqueroso se convierte en, obvio, un apuesto príncipe del que se enamora y viven felices para siempre, pero la duda permanecerá.

En este esquema faltaba algo que, para la sociedad norteamericana, necesitada de mostrarse plurirracial, era inaudito. No existía princesa de raza negra.
El problema fue solucionado recientemente con una película en donde el personaje protagónico tiene esas características fisiológicas (salvo por los labios un tanto finos para mi gusto), es princesa de nacimiento, se viste siempre como princesa y, además, ya en el título del film se la cataloga como princesa (¡¿algunas duda de que es una princesa…eh, eh?!). De este modo no hay lugar a malos entendidos y se evitan ternas que demorarían el trámite de remediar este accionar, al parecer, impropio. El problemita es que esta chiquilina, como no le ocurre a las demás, antes de encontrar el príncipe, debe transformarse en un húmedo y pegajoso batracio y atravesar los pantanos. Claro, la negra no podía simplemente tirarse a dormir y esperar a un príncipe, pero bueno, eso es harina de otro costal.

En síntesis, vemos como Disney hace décadas se ha encargado de brindar role models femeninos que parecen divinos pero que esconden una realidad terrible:
Cenicienta: La mujer que se victimiza y llora su miseria a la espera de un hombre que la ayude a escaparse de su casa. ¡Ah!...y luego se vengará de la mano que le dio de comer.
La Bella Durmiente: La mujer torpe que no sabe hacer un corno, agraciada por la vida desde el nacimiento, que con sólo dormir le alcanza para lograr los favores de un príncipe.
Jazmín: La mujer ingenua que compra humo y será una mas del montón.
Blancanieves: La mujer que aparenta ser el ama de casa típica pero que es mas atorranta que una prostituta húngara.
Bella: La mujer que pulula entre el amor, la culpa y la lástima.
The End (Terceras partes nunca fueron buenas)

viernes, 12 de febrero de 2010

Disney T.H.S."Princess" - Capitulo 1






Un reciente viaje a las tierras del norte, más precisamente a lo que algunos llaman “La madre patria”, me ha permitido confirmar las sospechas que abrigaba sobre un siniestro secreto de Disney.

Pienso que si uno quiere que algo permanezca inadvertido no hay mejor técnica que masificarlo. La vulgarización traerá aceptación acrítica del conjunto social que abrazará eso dado como una realidad y una verdad no sólo incontestable sino, lo que es más importante, deseable.
Recuerdo que un frío y lluvioso día de invierno me encontraba tirado en la cama paseando abúlicamente por los canales de televisión (¿Para qué corno tenemos tantos si nunca hay nada cuando uno quiere ver la tele?) cuando me detuve en el canal de Disney (por entonces “Disney Chanel”, hoy contamos con “Play House Disney” y “Disney XD” según el rango de edades de los televidentes) y lo que vi me heló la sangre.
Era una sucesión de imágenes de las gráciles y preciosas princesas de Disney con sus finos labios dibujando una sonrisa angelical, sus ojos y sus peinados inamovibles, sus delicadas maneras, sus bailes y cantos y sus bellos príncipes salvadores. Las imágenes estaban compaginadas sobre una melodía instrumental dulce pero animada y aunque duró unos veinte segundos, fueron suficientes para provocarme un sentido malestar estomacal. Percibía que algo no andaba bien, que había un cabo suelto. En la base de la lengua tenía un sabor amargo.

De pronto me encontré pensando: “¿Acaso es esta la imagen que se le brinda al genero femenino sobre la condición femenina? ¿Acaso todas nacieron agraciadas por el pincel de la naturaleza y tienen un destino de princesas? ¡¿Existe alguna chance de que las mujeres vivan en un castillo con un apuesto príncipe que atraviesa los peores peligros y sean felices para siempre sin hacer nada?! Si esa es su aspiración de vida, ¡¡¿¿cómo harán para soportar en el futuro a un ser peludo que eruta y disfruta de descargar sus gases dentro del lecho conyugal, que deja tirada la ropa sucia en cuanto espacio libre encuentra, que se dedica a criar panza frente a la tele y que en el mejor de los casos el mayor peligro que ha enfrentado es una sartén con aceite hirviendo??!!! ¡¡¡¡Para colmo cuando ya ingresan en el nefasto período de la adolescencia la princesa es cambiada por una mujer de cuello estirado, patas largas, cintura de avispas y tetas plásticas cuya única preocupación es “estar a la moda” y ser super popular y divertida!!!!...Puaj…”

No lo dudé y me dedique a investigar y meditar sobre estos íconos. He aquí algunas de mis conclusiones.
En el universo de personajes animados dirigidos hacia la mujer existe un ranking. El top five esta ocupado por las princesas oficiales de Disney: Blanca Nieves, La Bella Durmiente, Bella, Jazmín y, por supuesto, la famosa Cenicienta.

Si uno va a Disney World puede ver muñecos, rompecabezas, vasos, platos, peluches, prendedores, llaveros, biromes, cuadros, alcancías o lo que se imagine de estos personajes con la leyenda “Princess”. ¡Vamos!, el castillo de Magic Kindom es el hogar de Cenicienta donde uno puede sacarse una foto con ella y mientras come en el restaurant del primer piso van entrando el resto de las princesas mencionadas, cual damas de honor, para sacarse una foto y firmar autógrafos (¡?).

En el escalafón las sigue de cerca, pisándoles los talones y hasta con la venia oficial de ocupar el distinguido podio en muchas ocasiones, La Sirenita.

Un rango más abajo se encuentra Campanita que desde hace poco tiempo ha cobrado nuevos bríos con dos películas y el merchandising consiguiente que la han ayudado a escalar algunas posiciones. Inclusive tiene un gift shop en el parque de diversiones nombrado, más grande que el de Blanca Nieves, ubicado justo en frente.
Muy a lo lejos se encuentran Mulán y Pocahontas, quienes no han gozado de los favores de Disney y aunque puede conseguirse el muñeco de la primera y el disfraz de la segunda, hay que buscar bastante y revolver los cajones para dar con ellos. La Asiatica y la Nativa, es palmario que ni pinchan ni cortan, no están en los desfiles, casi no aplican en los shows de cierre de los parques y de casualidad puede encontrarse a la primera en la parte de los países de Epcot. Es cierto que figuran junto con La Sirenita en la página oficial http://disney.go.com/princess/#/home/, pero no crean en nada...son patrañas, técnicas de marketing, una vil mentira que cae con solo constatar la realidad que se palpa en la casa matriz.

Pero ahondemos un poco más. ¿Qué representan estas imágenes? ¿Qué han hecho estas princesas para ganarse el podio?

Comencemos por el plato fuerte. Cenicienta, ícono de la mujer norteamericana (rubia, mas bien esbelta, de finas caderas y con un porte mamario medido pero marcado) tuvo la desdicha de que su madre se haya muerto. Se sostiene que fue criada por su padre quien decide casarse con una viuda espantosa y malvada que tiene dos hijas horripilantes y se muere poco tiempo después por causas desconocidas. El contraste entre el bien y el mal es claro y se verifica en la belleza estética de una y la fealdad de las otras. Recién hubo que esperar hasta que se hicieran dos películas más para ver que la hermana más fea era buena. Eso sí, hasta la tercera seguía siendo una celosa, resentida para con Cenicienta y una incapaz para tomar decisiones propias, siempre sojuzgada por una madre cruel y despiadada.

No es sino hasta que un príncipe, más preocupado por las aventuras que por cumplimentar la obligación de casarse, decide realizar una fiesta en el palacio al que sólo están invitadas las solteras del reino (¿representación de la potestad monárquica de “pernada” ejercida en forma masiva?) y a la ayuda de dos ratones, unos animales mas y una vieja rechoncha, el Hada Madrina, que recita una estrafalaria canción, que logra ir al baile con un vestido brillante, dos zapatos de cristal tamaño ridículo claramente incómodos y una carroza hecha con una calabaza.
Llega con pompa, porque la primera impresión es la que cuenta, y se encuentra con el príncipe, algo parecido a la imagen caricaturesca de superman (hombre de ancho pecho, postura erguida, maxilar marcado y morocha cabellera prolijamente rasurada), quien se enamora a primera vista. Pero claro, como las mujeres deben mostrar interés pero no “regalarse”, cuando dan las doce campanadas se raja como rata por tirante, olvidando un zapato que baya uno a saber por qué no desaparece cuando el hechizo se desvanece. Así deja al heredero al trono tan caliente que, en un acto de estupidez supina, decide emitir un decreto por el cual se casaría con la mujer al que le quepa ese zapato. No da otro dato ya que, como es de suponer, pocos detalles más habría de acordarse ante tamaña afluencia de mujeres esa noche.

Cenicienta sólo se limita a lamentarse y a dar por perdidas sus chances y vuelve a ocuparse de los quehaceres de la casa (tarea, según muestra el dibujo, por demás denigrante). Es decir, no hace un carajo por su supuesto amor y se limita a quedarse en casa a esperar un milagro, segura de ser una desdichada. Finalmente ese zapatito ínfimo le queda, se casan y viven felices para siempre en un fastuoso castillo. La madrastra y sus hermanastras seguirán cagándose de hambre en el campo. ¡Venganza a quienes te maltratan!

Continuara...

martes, 2 de febrero de 2010

Mi hermano

Miro atrás en el tiempo a través de los recuerdos, de las imágenes estampadas en fotos. Veo como el rumbo, el destino, los colores, los monumentos, las luces son sólo anécdotas, pizcas de sazón.
La realidad dicta que las piernas habrán de recorrer kilómetros antes de encontrar su lugar en el mundo. Algunos caminan océanos, atraviesan desiertos y se enfrentan a sus pesadillas en intemperie y soledad, otros no tanto.
Están quienes prefieren que el tiempo erosione las emociones y la distancia diluya los sentimientos para, así, olvidar.
No pocos guardan en los pequeños cajones etéreos del espíritu aquello que sólo puede ser momentáneamente congelado bajo una fría capa defensiva: los pedazos de vida, los trozos de otros que constituyen el ser de uno. Es el dique de las lágrimas, la vetusta costura de las heridas.
La cotidianidad es la madre de la costumbre y la fuente de la creencia de que las cosas son inmutables, que mañana el salero, los zapatos, la puerta, el afuera, estarán. Inexorablemente existirán hasta que de pronto el viento trae polvo y cambio, decisiones y consecuencias.
El mundo se vuelve extraño, lo inmutable, como una acuarela húmeda, se diluye, se confunde, se transforma y ya es otra cosa, otro ser, otra realidad, guste o no guste.
Ya han pasado dos años y han sido dos desgarros que crioniso en mi interior. Uno para no refrescar la consciencia de la finitud humana, el otro para no recordar que en el otro lado del mundo esta quien es mi sangre, mi infancia y mi adolescencia, un compañero, un amigo, un pedazo de mi ser, un hermano…mi hermano.
Ambos caminamos, buscamos, hasta construimos diques de hielo, pero no olvidamos…sabemos que estamos.